- San ZAQUEO, obispo. Jerusalén. Cuarto sucesor de Santiago, hermano del Señor, en el gobierno de la sede. (s. II).
- Santos ABUNDIO e IRENEO, mártires. Roma. (s. inc.).
- Santos CIRÍACO y ARQUELAO, mártires. Ostia Tiberina. (s. inc.).
- Santos CLAUDIO, ASTERIO y NEÓN, hermanos y mártires. Egea, Cilicia. Su madrastra los acusó de cristianos y fueron decapitados en tiempos de Diocleciano. (303).
- San FLAVIANO, obispo. Autun, Galia Lugdunense. Brilló en tiempos de Clodoveo. (s. V).
- San EUGENIO, obispo. Londonderry, Hibernia. Primer obispo de Ardstraw. (s. VI).
- San ANTONIO de GERACE, eremita. Calabria. (s. X).
- Beato JUAN BOURDON, presbítero y mártir. Rochefort. Capuchino. Encarcelado durante la Revolución Francesa, junto con otros sacerdotes, procurando alivio a los compañeros de cautiverio hasta que murió contagiado por la peste. (1794).
- Beatos CONSTANTINO CARBONELL SEMPERE, presbítero, PEDRO GELABERT AMER y RAIMUNDO GRIMALTÓS MONLLOR, religiosos; mártires. Valencia. Jesuitas. Martirizados durante la persecución religiosa en España. (1936).
- Beato JUAN MARÍA de la CRUZ GARCÍA MÉNDEZ, presbítero y mártir. Valencia. Del Sagrado Corazón de Jesús. Martirizado por odio a la fe. (1936).
- Beatas PETRA MARÍA VICTORIA QUINTANA ARGOS y SERAFINA FERNÁNDEZ IBERO, vírgenes y mártires. Valencia. Terciarias capuchinas. Martirizadas por odio a la fe. (1936).
- Beato FRANCISCO DACHTERA, presbítero y mártir. Dachau. Polaco de nacimiento y deportado. Murió destrozado por las atrocidades cometidas por los médicos de aquel lugar. (1944).
Hoy recordamos especialmente a SANTA ROSA de LIMA
Isabel Flores de Oliva nació en Lima en 1586, cuando era el Virreinato del Perú.
Décima de trece hijos de una familia de origen español.
El padre era arcabucero, nacido en Cáceres. Emigró a Puerto Rico y después a Lima; la madre había nacido en esta ciudad.
Se le llamó Rosa desde niña, nombre, que al recibir la confirmación, quedó ratificado por el arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo, que le administró el sacramento en 1597.
Muy pronto destacó su afición a la piedad y a la oración.
En 1606 vistió el hábito de las terciarias dominicas, y se entregó a la penitencia. Llena de celo por la conversión de los pecadores y de la población indígena.
Deseaba dar la vida por ellos y se sometió de buena gana a toda clase de sufrimientos para atraerlos a Jesucristo.
No obstante, continuó su vida en familia, sin hacerse religiosa, dedicada a los trabajos cotidianos, al bordado, la venta de flores… y a la atención a los pobres y los ancianos.
Desde 1609 vivió en una pequeña habitación al fondo del jardín de la casa, donde había sus trabajos manuales y llevaba una mortificada vida de oración y de caridad hacia los necesitados. Se vio favorecida por gracias místicas.
Obligada por su madre, en 1614 se fue a vivir a casa de la esposa de un funcionario del virrey, en Lima.
Allí murió, después de una vida santa, en 1617.