- San CORNELIO, centurión. Cesarea de Palestina. Bautizado por San Pedro. (s. I).
- San CAPRASIO, mártir. Agen. (303).
- San SINDULFO, eremita. Aussonce, Reims. Eligió la vida solitaria, solamente conocido por Dios. (600).
- San VITAL, obispo. Salzburgo, Baviera. Nació en Hibernia. Discípulo de San Ruperto, compañero en sus viajes e imitador en sus trabajo y vigilias, y, elegido sucesor suyo, convirtió a la fe a la población de Pinsgau. (730).
- San ANDRÉS “CALIBITA”, monje y mártir. Constantinopla. Nació en Creta. Defendió el culto a las santas imágenes, en tiempo del emperador Coprónomo. Fue flagelado y torturado hasta la muerte y arrojado desde lo alto de la muralla. (767).
- San ADERALDO, arcediano. Troyes. Con sus palabras y ejemplos ilustró la regla canonical, incluso durante su encarcelamiento entre los sarracenos en Tierra Santa. (1002).
- Santa ADELINA, abadesa. Savigny, Normandía. Primera abadesa del monasterio de Mortain, que fundó con la ayuda de su hermano San Vital (1125).
- Santa MARÍA BERTILA BOSCARDIN, virgen. Treviso. Congregación de Hermanas de Santa Dorotea de los Sagrados Corazones. En su trabajo en un hospital se mostró solícita por la salud de los enfermos. (1922).
- Beato JACOBO KERN, presbítero. Viena. Premonstratense. Herido en combate cuando fue movilizado durante la guerra. Más tarde se entregó al ministerio pastoral. Afectado por una larga y penosa enfermedad, la sobrellevó con admirable fortaleza de ánimo. (1924).
Hoy recordamos especialmente al Beato JACOBO STREPA
Jacobo de Strepa, de noble familia polaca, nació hacia 1340. Muy joven ingresó en la Orden de los Hermanos Menores. Por muchos años ejerció el ministerio en Rusia, fue vicario general de aquella misión y trabajó activamente por la unidad de los cristianos. Elegido obispo de Halicz, cuya sede metropolitana fue luego trasladada a Leópoli.
Como obispo y pastor de almas, Jacobo de Strepa se consagró por entero a las necesidades de la diócesis y se mostró modelo perfecto del pastor de almas. En muchos distritos el número de las iglesias era insuficiente para las necesidades de la población, para remediarlo, hizo construir nuevas iglesias, erigió nuevas parroquias y colocó allí sacerdotes de probado celo. Fundó también casas religiosas para multiplicar los medios de santificación, edificó hospitales, proveyó a los pobres con largueza y generosidad. Las rentas de su obispado eran enteramente destinadas al mantenimiento de los lugares de culto y a la caridad y beneficencia para con los pobres y necesitados.
El celoso pastor se esforzó por infundir la fe en los fieles con prácticas de devoción que produjeron frutos abundantes de santidad. Amó con tierno y filial afecto a la Santísima Virgen. En su escudo episcopal colocó la imagen de la Madre de Dios que también había hecho esculpir en su anillo pastoral. Difundió ampliamente el culto a la Santísima Virgen. Todas las tardes el pueblo se reunía en las iglesias para rezar el Rosario y otras oraciones a la Virgen. La Eucaristía fue el centro irradiador de toda su vida. En Leópoli instituyó la adoración perpetua. Tuvo la alegría de ver reflorecer en su diócesis la piedad y la moral.
Recorrió su extensa diócesis a pie, vestido con el hábito franciscano, sembrando en su camino la palabra de Dios, uniendo a su apostolado activo una vida de austeridad y de penitencia. Nombrado senador en el consejo de su patria, dio sabios consejos e hizo tomar importantes y útiles decisiones. Por su interés se frenaron en el territorio polaco las incursiones de los bárbaros, los enemigos fueron rechazados. Después de 19 años de dinámico episcopado el Beato Jaime fue a recibir el premio de sus trabajos. Murió el 20 de octubre de 1409. Por sus excepcionales méritos civiles fue proclamado defensor y custodio de su patria.