- Santa LIDIA. En Grecia. Tratante de púrpura, creyó en el Evangelio al escuchar a San Pablo.
- Santa ÁUREA, mártir. En Ostia Tiberina. (s. inc.).
- San BAUDILIIO, mártir. En Nimes. (s. inc.).
- San TALALEO, mártir. En Cilicia. (s. III).
- San LUCÍFERO, obispo. En Cerdeña. Valiente defensor de la fe nicena. Sufrió muchas persecuciones por parte de Constancio y fue enviado al exilio. Volvería a su sede. (370).
- San HILARIO, obispo. En Toulouse. Levantó una pequeña basílica de madera sobre el sepulcro de San Saturnino, su predecesor. (400).
- San AUSTREGISILO, obispo. En Bourges. Caritativo con pobres, huérfanos, enfermos y condenados a muerte. (624).
- San ANASTASIO, obispo. En Brescia. (s. VII).
- San TEODORO, obispo. En Pavía. Padeció exilio durante la guerra entre francos y longobardos. (785).
- Beato GUIDO de GHERARDESCA, ermitaño. En Toscana. (1134).
- Beata COLUMBA, virgen. En Perugia. De la Orden de la Penitencia de Santo Domingo. Se afanó en pacificar la ciudad, que estaba dividida en facciones. (1501).
- San PROTASIO CHONG KUK-BO, mártir. En Seúl. Volvió a la fe que había abandonado. La profesó hasta la muerte en la cárcel en medio de crueles torturas. (1839).
- Beato ARCÁNGEL TARDINI, presbítero. Brescia. Trabajó con empeño por los derechos y la dignidad de los obreros, y fundó la Congregación de Religiosas Obreras de la Santa Casa de Nazaret, dedicada a la justicia social. (1912).
- Beato LUIS TALAMONI, presbítero. En Milán. Fiel a su vocación de educador de la juventud, ejerció su ministerio con extraordinaria dedicación y con una eficaz participación en las dificultades de la sociedad de su tiempo; fundó la Congregación de Hermanas de la Misericordia de San Gerardo. (1926).
Hoy recordamos especialmente a SAN BERNARDINO de SIENA
Nacido en Massa Marittima, en una familia noble, pronto quedó huérfano de madre (a los 3 años) y de padre (a los 6 años). En el 1400 ya se encontraba en Siena cuando, después de haberse ofrecido a ayudar a las víctimas de la peste de la ciudad, contrajo él mismo la peste. Y se curó. En ese periodo maduró el deseo de consagrarse a Dios. A la edad de 22 años comenzó su noviciado entre los franciscanos, adhiriéndose a la reforma llamada «de la Observancia», destinada a restaurar el espíritu original transmitido por san Francisco. Profundizó el estudio de las Sagradas Escrituras, los Padres de la Iglesia y la teología medieval, especialmente la franciscana, aprendiendo a predicar y a ser entendido por todos, gracias al uso de un lenguaje vivaz, rico en imágenes y citas bíblicas. Durante un tiempo, una enfermedad en las cuerdas vocales puso en riesgo la continuidad de su predicación, pero, un día, la voz volvió de repente, más fuerte y más clara que antes.
En 1417 comenzó a peregrinar de ciudad en ciudad, cruzando el centro y el norte de Italia. Enormes multitudes acudían a sus predicaciones, en las que abordaba cuestiones de fe y de moral, incluida la firme condena de la usura y la avaricia. San Bernardino también es recordado en la historia del pensamiento económico porque escribió un libro titulado Sobre los contratos y la usura, en el que ofrece una justificación de la propiedad privada y se centra en las figuras del empresario y del comerciante, la honestidad del trabajo, etc. Sufrió un primer proceso por herejía alrededor de 1427, instigado por usureros y ambientes afines. No solo fue completamente absuelto de los cargos, sino que el papa Martín V quedó tan impresionado con su persona que le pidió que predicara en Roma, cosa que el santo hizo durante 80 días consecutivos.
También es muy famoso el ciclo de predicaciones de 45 días que realizó en Siena, a partir del 15 de agosto de 1427, en la Piazza del Campo. Bernardino solía escribir sus predicaciones en latín y luego hablaba en lengua vernácula. Los discursos de Siena nos han llegado con el título de Sermones Vulgares, gracias al precioso trabajo de un humilde esquilador que transcribió, palabra por palabra – utilizando tablillas de madera enceradas – las enseñanzas del santo. No se llegaron a contar las conversiones que logró, testimoniadas en primer lugar por las filas de personas que iban a confesarse y a recibir la Eucaristía después de haberlo escuchado.
Bernardino explicaba que, en el nombre de Jesús, que significa «Dios salva» o «Dios es salvación», cada aspecto de la vida terrenal de Nuestro Señor está contenido. «¿Qué creéis que es el Evangelio? Es el nombre de Jesús…» decía, de hecho, el santo. Él mismo, que por causa de esto sería elegido como el santo patrón de los publicistas, diseñó el símbolo, trazando el monograma IHS dentro de un sol dorado y sobre un fondo azul. El sol tiene 12 rayos serpenteantes, el mismo número que los apóstoles y que las tribus de Israel. El significado de los rayos se expresó en una letanía: I. Refugio de los penitentes; II. Estandarte de los luchadores; III. Medicina de los enfermos; IV. Alivio de los que sufren; V. Honor de los creyentes; VI. Esplendor de los evangelizadores; VII. Recompensa de los que obran; VIII. Auxilio de los débiles; IX. Suspiro de los que meditan; X. Ayuda de los suplicantes; XI. Debilidad de los contemplativos; XII. Gloria de los triunfantes.