- San FABIÁN, papa y mártir. Siendo laico fue llamado al pontificado por inspiración divina. Dio ejemplo de fe y virtud. Sufrió martirio con Decio. (250).
- San SEBASTIÁN, mártir. Nació en Milán. En Roma sufrió martirio. (s. IV).
- San ASCLA, mártir. En la Tebaida, Egipto. Fue llevado al gobernador para ser interrogado, y después de las torturas fue arrojado al río. (s. IV).
- San NEÓFITO, mártir. En Bitinia, Turquía. (s. IV).
- San EUTIMIO, abad. En Palestina. Nació en Armenia. Se consagró a Dios ya en la infancia. Vivió en soledad. Dio ejemplo de observante y disciplina, humildad y caridad. (473).
- San WULFSTANO, obispo. En Worchester, Inglaterra. Pasó del claustro al episcopado. Visitó incansablemente las parroquias, ocupándose de erigir iglesias, fomentar los estudios y condenar los abusos. (1095).
- Beato BENITO RICÁSOLIA, eremita. En la Toscana. Benedictino. (1107).
- San ENRIQUE, obispo y mártir. En Finlandia. Nació en Inglaterra. Se le confió dirigir la Iglesia de Upsala, desde donde se empeñó en cristianizar a los finlandeses. Fue herido de muerte por un homicida, al que había tratado de corregir según la disciplina de la Iglesia. (1157).
- Santa EUSTOQUIA CALAFATO, virgen y abadesa. En Sicilia. Clarisa. Se dedicó con todas sus fuerzas a restaurar la primitiva disciplina de la vida regular según el ejemplo de San Francisco. (1485).
- San ESTEBAN MIN KUK-KA, mártir y catequista. En Corea. Decapitado en la cárcel. (1840).
- Beata MARÍA CRISTINA de la INMACULADA, virgen. En Nápoles. Dedicó su vida a la formación cristiana de los niños y fundó la Congregación de Religiosas Víctimas Expiatorias de Jesús Sacramentado, con lo cual promovió intensamente la adoración a la Eucaristía. (1906).
- Beato CIPRIANO IWENE TANSI, presbítero. En Leicester, Inglaterra. Nació en Nigeria. Se hizo cristiano en su infancia con la oposición de la familia. Llegó a ser ordenado sacerdote y se dedicó con gran celo a la cura pastoral hasta que, hecho monje cisterciense, falleció santamente. (1964).
Hoy destacamos SANTOS FRUCTUOSOS, obispo; y AUGURIO y EULOGIO, diáconos, todos mártires.
Fructuoso, obispo de Tarragona, y sus diáconos Augurio y Eulogio, fueron arrestados en la persecución de los emperadores Valeriano y Galieno en 259 y llevados a la cárcel.
Allí se dedicaron a la oración, a la vez que lo hacía toda la comunidad cristiana por ellos. En la prisión, el obispo bautizó a un catecúmeno.
Comparecieron ante el juez Emiliano y confesaron valientemente al único Dios verdadero y se negaron a adorar los dioses romanos. El juez los condenó a ser quemados vivos en el anfiteatro de la ciudad. Los tres fueron quemados vivos en presencia de los fieles. El obispo, con voz clara oró por la paz de la Iglesia y consumaron su martirio en medio del fuego, puestos de rodillas y en oración.