- San JUAN, abad. En Umbría. Padre de muchos siervos de Dios. (s. VI).
- Beato ISNARDO de CHIAMPO, presbítero. En Pavía. Dominico. Fundó un convento de la Orden. (1244).
- Beato ANDRÉS GALLERANI, laico. En Siena. Consolaba y visitaba con solicitud a enfermos y afligidos, y congregó a los Hermanos de la Misericordia para que, como laicos sin votos, atendiesen a pobres y enfermos. (1251).
- Beato JUAN BURALLI de PARMA. Presbítero. En Camerino. Franciscano. El Papa Inocencio IV lo envió como legado a los griegos para restaurar la comunión con Roma. (1289).
- Beata SIBILINA BISCOSSI, virgen. En Pavía. Ciega desde los 12 años, trascurrió 65 recluida junto a la iglesia de los dominicos, alumbrando a muchos que acudían a ella. (1367).
- Beato MARCOS de MARCHIO de MONTEGALLO, presbítero. En Venecia. Franciscano. Creó la obra “Monte de Piedad”, para aliviar las necesidades de los pobres. (1496).
- Beato NARCISO TURCHAN, presbítero y mártir. En Munich. Franciscano. Fue deportado desde Polonia hasta un campo de concentración donde murió agotado por las torturas. (1942).
- Beato MARCELO CALLO, mártir. Mauthausen, Austria. Francés de Rennes. Fue encarcelado en un Campo, donde confortó a los cautivos. Allí se le hizo morir por ser “demasiado católico”. (1945).
Hoy recordamos especialmente a Beato MARCOS de MARCHIO de MONTEGALLO
Marcos nació en 1425 en Fonditore, poblado del común de Montegallo, donde su padre, Claro de Marchio, se había retirado hacía algunos años para huir de las feroces facciones que azotaban a Ascoli Piceno. Regresó a esta ciudad para facilitar los estudios a Marcos, que pronto pasó a la Universidad de Perusa y de aquí a Bolonia, donde se doctoró en Leyes y Medicina. En Ascoli ejerció un tiempo la profesión de médico. Para satisfacer los deseos de su padre, en 1451 se casó con Clara Tibaldeschi, noble mujer, con la cual vivió en continencia. A la muerte de su padre, al año siguiente, de común acuerdo los esposos abrazaron la vida religiosa, ella acogida entre las clarisas del monasterio de Santa Clara de las Damas Pobres en Ascoli, él en el convento de los Hermanos Menores de Fabriano.
Hecho el noviciado en Fabriano, fue superior en San Severino, luego comenzó la misión de predicador, bajo la guía del gran cohermano y coterráneo San Jaime de la Marca. Las principales llagas de su siglo eran las guerras civiles y la usura.
Lleno de compasión por el pobre que caía en las garras de los usureros, Marco estableció casas donde los que no tenían dinero podían obtener prestado el que necesitaran, con una pequeña garantía y a veces sin ella. Para fundar un banco semejante en Vicenza, predicó con tal elocuencia, que el dinero requerido se colectó en un día y la oficina se construyó y empezó a funcionar en un año. Esa institución es lo que nosotros conocemos ahora como los Montes de Piedad.
Marco con fervorosa predicación llevó la paz y la concordia y calmó las facciones en Ascoli, Camerino, Fabriano y en otras ciudades. Contra el abuso de los hebreos instituyó Montes de Piedad en Ascoli (1458), Fabriano (1470), en Fano (1471), en Acervia (1483), en Vicenza (1486), en Ancona, Camerino, Ripatransone y en Fermo (1478).
En 1480, junto con otros cohermanos, fue nombrado por Sixto IV predicador y colector para la cruzada. También fue director espiritual de la Beata Camila Bautista Varano. Encontró tiempo para escribir también algunas obras, entre ellas «La Tavola della Salvezza», que imprimió en Florencia en 1494.
El 19 de marzo de 1496 en Vicenza, donde estaba predicando, fue sorprendido por la muerte y fue sepultado en la iglesia franciscana de San Biagio Vecchio, donde fue objeto de culto público. En Ascoli Piceno hay en la iglesia franciscana una pintura del beato, fechada en 1506. En Montegallo se erigieron altares en su honor. No mucho después de su muerte fue compuesta una alabanza rítmica latina que exalta su vida santa.
Marcos de Montegallo pertenece al numeroso grupo de predicadores del Evangelio y de la penitencia del estilo, inalcanzable por su equilibrio sobrenatural, de San Bernardino de Siena. Ellos produjeron una primavera de vida cristiana, una florescencia extraordinaria de santidad.