Hoy, 18 de mayo, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. San FÉLIX, mártir. En Dalmacia. Bajo la persecución de Diocleciano. (299).
  2. San DIÓSCORO, mártir. En Egipto. Después de muchas torturas fue decapitado. (303).
  3. Santos POTAMÓN, ORTASIO y SERAPIÓN, presbíteros y mártires. En Alejandría de Egipto. (s. IV).
  4. Santos TEODOTO y su tía TECUSA, mártires, y ALEJANDRA, CLAUDIA, FAÍNA, EUFRASIA, MATRONA y JULITA, vírgenes y mártires. En Ankara, Galacia. Después de haber sido prostituidas por orden el emperador, fueron arrojadas a un lago con piedras atadas a un cuello. (303).
  5. San JUAN I, papa y mártir. En Emilia-Romaña. Habiendo sido enviado por el rey arriano Teodorico en embajada al emperador Justino Constantinopla, fue el primer papa que ofreció la misa en aquella iglesia, pero a su regreso, detenido de manera indigna y aherrojado en la cárcel por el mismo Teodorico, pereció. (526).
  6. Beato BURCARDO, presbítero. En Argovia, Suiza. Como párroco del pueblo de Beinwil cuidó con diligencia al rebaño a él confiado. (s. XII).
  7. San ERICO IX, rey y mártir. En Upsala, Suecia. Durante su reinado gobernó sabiamente a su pueblo, y veló por los derechos de las mujeres y envió a Finlandia al obispo San Enrique para que propagase la fe, pero finalmente, mientras asistía a Misa, cayó apuñalado en una agresión de sus enemigos daneses. (1161).
  8. Beato GUILLERMO, presbítero. En Toulouse. Ermitaños de San Agustín. (1369).
  9. San FÉLIX de CANTALICIO, religioso. Roma. Capuchino. Admirable por su sencillez y austeridad. Recaudaba limosna en la ciudad a lo largo de 40 años. (1587).
  10. Beato MARTÍN OPRZADEK, presbítero y mártir. En Hartheim, Austria. Franciscano. De nacionalidad polaca. Martirizado por los nazis. (1942).

Hoy recordamos especialmente a la Beata BLANDINA MERTEN

Maria Magdalena Merten, nació en Düppennweiler, en el Saar, Alemania, el 10 de julio de 1883; entre todos los niños destacó por su piedad y bondad, cualidades que la acompañaron toda su vida.

Obtuvo el título de maestra en la Escuela Normal de Marienau, cerca de Vallendar, y llegó a ser una profesora respetada y muy querida en varias escuelas católicas del distrito de Tréveris. Pero fue sobre todo una campeona de la caridad hacia los niños pobres, a los que vestía y alimentaba. No sólo fue maestra, sino también apóstol, inspirando la fe con cada gesto, guiando a sus alumnos hacia el culto de la Eucaristía, la Pasión y María.

Convencida de la opción de su vida, pidió ingresar en la Orden de las Ursulinas, fundada en 1535 en Brescia por santa Angela Merici para la educación de las jóvenes, y fue recibida en el convento de Calvarienberg con el nombre de Blandina del Sagrado Corazón.

El 4 de noviembre de 1913 emitió sus votos y, por consejo del padre jesuita Merk, añadió el de víctima; siempre tuvo la certeza de que Jesús había aceptado su voto; fue destinada a las escuelas de Saarbrücken, pero casi inmediatamente aparecieron los síntomas de la tuberculosis, enfermedad que hasta mediados del siglo XX era difícilmente curable y de gran y mortal virulencia, por lo que fue trasladada al clima más benigno de Tréveris.

A pesar de su enfermedad, siguió dando clases como maestra de escuela, pero también hizo muchas horas extras o sustituciones, sobre todo en jardines de infancia. Desgraciadamente, a partir del otoño de 1916 le sobrevinieron fiebres y dolores que la obligaron a permanecer permanentemente en la enfermería; así comenzó para ella el apostolado del sufrimiento.

Sor Blandina estaba siempre contenta, y uno de los motivos de su alegría era que, al otro lado de la pared de su habitación, estaba la capilla, y decía feliz: «¡Jesús y yo estamos tan cerca!». En la enfermería nunca se quejaba de nada, quería que las otras hermanas enfermas fueran atendidas antes que ella; nunca pedía nada, siempre sonreía, según el testimonio de una enfermera.

Elevaba sus sufrimientos a acto de amor y de entrega, y su vida, lastimada en la flor de la juventud, era toda ella una ofrenda al Amor de Dios; decía: «Para mí todo es cielo. Quiero vivir en la tierra como si sólo estuviéramos Dios y yo. Quiero amar a Dios como nadie lo ha amado jamás». Al sentir que se acercaba el final, ella misma quería dar «la buena nueva» a sus seres más queridos. Mientras la Primera Guerra Mundial hacía estragos y la ciudad de Tréveris era turbada día y noche por los bombardeos aéreos, la Hermana Blandina del Sagrado Corazón entregó su alma a su Esposo celestial el 18 de mayo de 1918.