- San LONGINOS, soldado. Jerusalén. Abrió el costado de Cristo. (s. I).
- San ELIFIO, mártir. Toul, Galia. (s. IV).
- Santos MARTINIANO y SATURIANO, mártires. Norte de África. Junto con dos hermanos suyos, todos los cuales, durante la persecución de Genserico, eran esclavos de un vándalo, y fueron convertidos a la fe por otra esclava, Santa Máxima, virgen. Por su constancia en la fe fueron apaleados con varas nudosas hasta descubrir sus huesos, y desterrados a la región de los mauritanos. Por convertir algunos de ellos a la fe, fueron condenados a muerte. Santa Máxima terminó como madre de vírgenes en un monasterio. (s. V).
- San AMANDO y JUNIANO, eremitas. Limoges. Maestro y discípulo, respectivamente. (s. VI).
- San GALO, presbítero y monje. Germania. Aún adolescente fue recibido por San Columbano en el monasterio de Bangor, en Hibernia para dedicarse a propagar el Evangelio en estas regiones y enseñar a los hermanos la disciplina monástica. (645).
- San MUMOLINO, obispo. Noyon. Siendo monje, ayudó a san Audomaro en la tarea de evangelizar, hasta que fue elegido obispo para suceder a San Eloy. (680).
- San LULO, obispo. Heresfelde, Franconia. Obispo de Maguncia, que, siendo compañero y colaborador de San Bonifacio en la misión de evangelizar, fue ordenado obispo por él, para que fuese maestro de los presbíteros, doctor de la Regla para los monjes, predicador fiel y pastor para el pueblo de Dios. (786).
- San VIDAL, eremita. Retz, Nantes. (s. VIII).
- San GAUDERICO, agricultor. Mirepoix, Pirineos. Célebre por su devoción a la Virgen María. (900).
- Santa BONITA, virgen. Clermont-Ferrand. (s. IX).
- San ANASTASIO, monje. Pamiers, Pirineos. Nació en Venecia, abrazó la vida eremítica en la isla de Tombelaine, cerca de Mont-Saint-Michel, y pasó después al monasterio de Cluny, donde terminó viviendo en soledad. (1085).
- San BERTRÁN, obispo. Pirineos. Siguiendo los consejos del papa San Gregorio VII trabajó incansable para la reforma de la Iglesia, reconstruyó su ciudad abandonada y derruida, edificó la iglesia catedral, e instituyó en ella una comunidad de canónigos regulares según la Regla de San Agustín. (1123).
- Beato GERERDO, abad. Reims, Galia. Abad de Clairveaux, que durante la visita que hacía en este monasterio fue asesinado por un monje al que había reprendido. (1177).
- Santa EUDIVIGIS, religiosa, Trebnitz, Alemania. Nació en Baviera, y duquesa de Silesia, demostró gran interés en ayudar a los pobres, para los cuales fundó hospicios. Fallecido su marido, se retiró en el monasterio de monjas cistercienses que ella mismo había fundado, y del que era abadesa su hija Gertrudis, lugar donde terminó su vida. (1243).
- Santa MARGARITA MARÍA de ALACOQUE, monja. Paray-le-Monial, Francia. Visitandina. Progresó de modo admirable en la vía de la perfección y trabajó mucho para propagar el culto al Sagrado Corazón de Jesús, el que era muy devota. (1690).
- San GERARDO MAJELLA, religioso. Campania. Redentorista. Lleno de amor por Dios, abrazó un género de vida austera, y consumido por el celo por Dios y las almas, aún joven descansó en el Señor. (1755).
- Beatos ANICETO KOPLINSKI, y JOSÉ JANKOWSKI, presbíteros y mártires. Cracovia. Capuchino, el primero; apostolado católico, el segundo. Deportados desde Polonia a un campo de concentración donde fueron asesinados en la cámara de gas, el primero, y a manos de los guardias, el segundo. (1941).
Hoy recordamos especialmente a SAN LONGINOS
San Longinios fue el centurión que, por órdenes de Pilatos, estuvo con otros soldados al pie de la cruz de Nuestro Señor y el que traspasó su costado con una lanza. Longinos fue quien, al ver las portentosas convulsiones de la naturaleza que se produjeron a la muerte de Cristo, pronunció la famosa frase que le hizo el primer convertido a la fe cristiana: «Verdaderamente, Este era Hijo de Dios». También se dice que se estaba quedando ciego y al dar la lanzada, una gota del Salvador cayó sobre sus ojos y lo dejó sano al instante; por tal razón, abandonó la carrera de soldado y después de haber sido instruido por los apóstoles, llevó una vida monástica en Cesárea, Capadocia, donde ganó muchas almas para Cristo por medio de palabras y ejemplo.
Muy pronto cayó en manos de los perseguidores, que lo llevaron a juicio y como se rehusó a ofrecer sacrificio, el gobernador ordenó que se le quebrantaran a golpes todos los dientes y que le cortaran la lengua. Sin embargo, el santo cogió un hacha y redujo a fragmentos los ídolos, de donde salió una horda de demonios que se apoderó del gobernador y sus ayudantes, que comenzaron a dar gritos y gemidos. Longinos fue hacia el gobernador y le dijo que solo con su muerte podrá ser curado, por lo que fue condenado a ser decapitado. Tan pronto fue ejecutado el santo, el gobernador mostró su arrepentimiento y en el mismo momento recuperó la cordura y terminó su vida haciendo toda clase de buenas obras.