- Santos AGUSTÍN y FELICIDAD, mártires, en Capua, Italia. Padecieron en tiempo del Emperador Decio. (250).
- Santos LEOCADIO y LUSORIO, en Bourges, en las Galias. El primero, siendo senador de las Galias y aún pagano, recibió a los primeros misioneros y convirtió en iglesia su propia casa; del segundo, hijo suyo, falleció llevando las vestiduras blancas de recién bautizado. (s. IV).
- San EUQUERIO, obispo y asceta, en Lyon, en las Galias. Senador, que se retiró con su familia a llevar una vida de penitencia cerca de Lérins, y después, elegido obispo, escribió vidas de muchos mártires. (449).
- Santa MARGARITA de ESCOCIA, reina. Nacida en Hungría y casada con Malcolm III, rey de Escocia. Dio a luz ocho hijos, y fue sumamente solícita por el bien del reino y de la Iglesia; a la oración y ayunos añadía la generosidad para con los pobres, dando así un óptimo ejemplo de esposa, madre y reina. (1093).
- San EDMUNDO RICH, obispo. En la Villa de Soisy, en Francia. Fue desterrado siendo obispo de Cantorbery por defender los derechos de la Iglesia. Falleció llevando una vida santa entre los monjes cistercienses de Pontigny. (1240).
- Santa GERTRUDIS, virgen. Sajonia. Entregada desde su infancia, con mucho fervor y decisión, a la soledad y al estudio de las letras, y convertida totalmente a Dios, ingresó en el monasterio cisterciense de Helfta, donde progresó de modo admirable por el camino de perfección, consagrándose a la oración y contemplación de Cristo crucificado. (1301)
- Beato EDUARDO OBALDESTON, presbítero y mártir, ahorcado en tiempos de la Reina Isabel I en York. (1594).
Hoy recordamos especialmente a SANTA INÉS de ASÍS
Cuando santa Clara abandonó la casa paterna para hacerse monja bajo la dirección de su hermano san Francisco, su hermana Inés, que tenía entonces quince años, fue a reunirse con ella en el convento de las benedictinas de Sant’Angelo di Panzo, donde Clara estuvo algún tiempo. En la «Crónica de los Veinticuatro Generales» hay un relato muy detallado sobre la forma brutal con que los parientes de santa Inés trataron de hacerla volver atrás, así como de los milagros que sostuvieron a la santa y obligaron a sus parientes a dejarla en paz. Sin embargo, la bula de canonización de santa Clara, escrita por Alejandro IV, no dice una palabra sobre ello.
San Francisco concedió el hábito a Inés y la envió con su hermana a San Damián. Ocho años más tarde, cuando san Francisco fundó el convento de Monticello, en Florencia. Inés fue elegida abadesa. Según se dice, supervisó desde allí las fundaciones de Mántua, Venecia, Padua y otras más. Bajo la sabia dirección de santa Inés, el convento de Monticello llegó a ser casi tan famoso como el de San Damián. La santa apoyó ardientemente a su hermana en su larga lucha para obtener el privilegio de la pobreza absoluta. En agosto de 1253, santa Inés fue a acompañar a santa Clara en sus últimos momentos y se dice que ésta predijo entonces que su hermana la seguiría en breve. Lo cierto es que Santa Inés murió el 16 de noviembre del mismo año y fue sepultada en San Damián.