- Santos AGUSTÍN y FELICIDAD, mártires, en Capua, Italia. Padecieron en tiempo del Emperador Decio. (250).
- Santos LEOCADIO y LUSORIO, en Bourges, en las Galias. El primero , siendo senador de las Galias y aún pagano, recibió a los primeros misioneros y convirtió en iglesia su propia casa; del segundo, hijo suyo, falleció llevando las vestiduras blancas de recién bautizado. (s. IV).
- San EUQUERIO, obispo y asceta, en Lyon, en las Galias. Senador, que se retiró con su familia a llevar una vida de penitencia cerca de Lérins, y después, elegido obispo, escribió vidas de muchos mártires. (449).
- San EDMUNDO RICH, obispo. En la Villa de Soisy, en Francia. Fue desterrado siendo obispo de Cantorbery por defender los derechos de la Iglesia. Falleció llevando una vida santa entre los monjes cistercienses de Pontigny. (1240).
- Santa INÉS, virgen, que en la flor de su vida, siguiendo a su hermana Santa Clara, se abrazó de todo corazón a la pobreza bajo la dirección de San Francisco de Asís. (1253).
- Santa GERTRUDIS, virgen, apellida “Magna”. Entregada desde su infancia a la soledad y al estudio de las letras, y convertida totalmente a Dios, ingresó en el monasterio cisterciense de Helfta, en Sajonia, donde progresó de modo admirable por el camino de la perfección. (1301).
- Beato EDUARDO OBALDESTON, presbítero y mártir, ahorcado en tiempos de la Reina Isabel I en York:
Hoy recordamos especialmente:
A Santa MARGARITA de Escocia: nacida en Hungría en 1046. Hija del príncipe Eduardo, el Desterrado, expulsado de Inglaterra tras dominio danés. A los once años regresó a Inglaterra. En 1066, tras la invasión normanda dirigida por Guillermo, el Conquistador, se refugiaron en Escocia, en la corte de Malcom III, con quien Margarita contrajo matrimonio.
Influyó mucho en aquella corte. Aportó auténticas reformas culturales. Tomó parte en debates políticos. Dio ejemplo de santidad como esposa, madre y como reina. Conocía muy bien la Sagrada Escritura y a los Santos Padres. Promovió una auténtica vivencia de la fe cristiana y de la vida eclesial. Estimuló la celebración de la misa. Fomentó la dignidad del culto divino y restauró la práctica de los ayunos cuaresmales y de la Comunión por Pascua. Trabajó por la justicia y la moral, y contribuyó a la fundación de monasterios.
Murió poco después de conocer la muerte de su esposo en una batalla, en 1093.