- San AGEO, profeta. En tiempo de Zorobabel, gobernador de Judá, amonestó al pueblo para que reedificase la casa del Señor.
- SANTAS VÍRGENES AFRICANAS, mártires. En la persecución desencadenada por los vándalos de Hunerico, fueron atormentadas con pesos y planchas ardientes. (s. V).
- San BEANO, ermitaño. En Irlanda. (s. inc).
- San ADÓN, obispo. En Burgundia, Francia. Fue elegido para la sede siendo monje, y honró la memoria de los santos al escribir un Martirologio. (867).
- Santa ADELAIDA, emperatriz. Estrasburgo. Se distinguió por mostrar hacia los familiares una gran alegría, hacia los pobres una infatigable piedad, y una abundante generosidad en honrar las iglesias. (999).
- San MACARIO de COLLESANO, monje. En Lucania, Italia. Eximio por su humildad y abstinencia. (1005).
- Beato SEBATIÁN MAGGI, presbítero. En Génova. Dominico que predicó el Evangelio a los pueblos de la región y veló por la disciplina regular en los conventos. (1496).
- Beato HONORATO de BIALA PODLASKA, presbítero. Polonia. Capuchino, el cual se dedicó a la administración de la penitencia, a la predicación de la Palabra de Dios y al consuelo de los presos. (1916).
- Beato FELIPE SIPHNOG ONPHITAK, mártir. Tailandia. Fue elegido coordinador de su comunidad al ser expulsado el sacerdote del pueblo, y, al iniciarse la persecución contra los cristianos, fue llevado al río, donde le fusilaron. (1940).
Hoy recordamos especialmente a la Beata MARÍA de los ÁNGELES FONTANELLA
María Ana Fontanella nació en 1661 en Baldinero (Turín), en el seno de la familia de los condes de Fontanella. Su «Autobiografía» nos cuenta, que siendo muy niña le sobrevino una rara enfermedad por la que los médicos la desahuciaron, pero, por intercesión de María, sanó. Desde entonces empezó una vida de mayor sacrificio y de más oración. Su gran anhelo era recibir la Comunión y su imaginación volaba como si lo hubiera recibido realmente. A los 15 años murió su padre, y su madre la encargó la dirección de la casa, oficio que desempeñó inteligentemente. Se preocupaba de todo y de todos. A todos servía con una gran caridad.
A los 16 años intentó hacerse ermitaña sin éxito. Luego ingresó en las carmelitas de Santa Cristina de Turín donde cambió su nombre por el de María de los Ángeles. Sentía una gran inclinación afectuosa por su familia. Ella se volvía a Cristo y le decía: «Bien veis, Amor mío, lo mucho que me cuesta dejar mi madre, pero os la ofrezco a ella y todas las cosas. A cambio, aceptadme como hija y esposa vuestra». En 1677, emitió los votos religiosos y en 1702, hizo el voto heroico de «hacer siempre los más perfecto». Esto la espoleaba a realizar todas las cosas en presencia de Dios. Antes de hacer algo, se preguntaba si aquello era o no era según voluntad de Dios. Fue elegida priora y maestra de novicias. Fundó el convento carmelita de Moncalieri en 1702. Su vida era de una entrega profunda a la contemplación. Hizo cuando profesó seis propósitos que, observándolos a rajatabla, fue el trampolín que la llevó a la santidad.
La familia real se contaba entre sus admiradores y confidentes. En 1696, gracias a su oraciones consiguió la liberación de Turín y atribuyó esta intercesión a san José, al que proclamaron patrón de la ciudad; en 1706, gracias a sus oraciones a María, logro que la ciudad de Turín no fuera invadida por los franceses, y por ello se construyó el templo votivo de Superga. Era pariente de san Luis Gonzága y como él se distinguió por su pureza. Murió en Turín en 1717, donde reposan sus restos en la iglesia de Santa Teresa.