- San AGEO, profeta. En tiempo de Zorobabel, gobernador de Judá, amonestó al pueblo para que reedificase la casa del Señor.
- SANTAS VÍRGENES AFRICANAS, mártires. En la persecución desencadenada por los vándalos de Hunerico, fueron atormentadas con pesos y planchas ardientes. (s. V).
- San BEANO, ermitaño. En Irlanda. (s. inc).
- San ADÓN, obispo. En Burgundia, Francia. Fue elegido para la sede siendo monje, y honró la memoria de los santos al escribir un Martirologio. (867).
- Santa ADELAIDA, emperatriz. Estrasburgo. Se distinguió por mostrar hacia los familiares una gran alegría, hacia los pobres una infatigable piedad, y una abundante generosidad en honrar las iglesias. (999).
- San MACARIO de COLLESANO, monje. En Lucania, Italia. Eximio por su humildad y abstinencia. (1005).
- Beato SEBATIÁN MAGGI, presbítero. En Génova. Dominico que predicó el Evangelio a los pueblos de la región y veló por la disciplina regular en los conventos. (1496).
- Beata MARÍA de los ÁNGELES FONTANELLA, virgen. En Turín. Carmelita. Brilló por sus penitencias voluntarias y por la virtud de la obediencia. (1717).
- Beato HONORATO de BIALA PODLASKA, presbítero. Polonia. Capuchino, el cual se dedicó a la administración de la penitencia, a la predicación de la Palabra de Dios y al consuelo de los presos. (1916).
Hoy recordamos especialmente al Beato FELIPE SIPHNOG ONPHITAK
Felipe era un hombre felizmente casado. Padre de 5 hijos y maestro de escuela. Nació en la provincia de Nakhon Phanom, Tailandia, el 30 septiembre 1907 y allí fue bautizado. Este país asiático es casi totalmente budista y aunque a lo largo de los últimos siglos algunos misioneros intentaron llevar el Evangelio a estos lugares, fue recién en 1881 cuando se inició un apostolado más estable.
La Providencia quiso que Felipe sea uno de los primeros católicos tailandeses. Estudió en el colegio parroquial de Non Seng y terminados sus estudios secundarios había dado muestras de una adhesión tan fuerte a la fe que los misioneros lo enviaron a evangelizar Songkhon. En este pueblo se casó con María Thong y allí también le nacieron sus cinco hijos.
Para 1940 los católicos tailandeses eran ya unos 700 pero lamentablemente estalló la guerra entre Tailandia y la Indochina Francesa y los católicos fueron considerados como amenaza para la identidad nacional, pues eran dirigidos por misioneros franceses. Felipe se desempeñaba como maestro y catequista de la escuela parroquial y al ser obligados los misioneros a abandonar el país, él se quedó a cargo de esta pequeña comunidad de creyentes.
Los soldados llegaron a este pueblo en agosto de 1940 y comenzaron a presionar a los creyentes para que abandonaran esta fe “extranjera”. Animados por Felipe y las religiosas Agnese Phila y Lucía Khambang, todos permanecieron firmes en la fe. Los soldados llegaron a la conclusión de que eliminando a Felipe esta comunidad cedería finalmente a las presiones. Con una carta falsificada citaron a Felipe a la subprefectura y la tarde del 15 de diciembre él se trasladó en bicicleta al supuesto llamado que le hacían, pero fue interceptado por un par de soldados que le esperaban y que, al día siguiente, 16 de diciembre, le dispararon sin que él les guardara ningún rencor. De esta forma su sangre fecundó la semilla del Evangelio que empezaba a germinar en este país del Asia.