- Santos PEDRO, ANDRÉS, PABLO y DIONSIA, mártires. En Helesponto, Turquía actual. (s. III).
- Santos CASIO y VICTORINO, mártires. En Aquitania. Sufrieron el martirio bajo la persecución de Croco, rey de los alamanes. (s. III).
- San SIMPLICIO, presbítero. En Cerdeña. (s. IV).
- San AQUILEO “taumaturgo”, obispo. En Tesalia, Grecia. Participó en el Concilio I de Nicea y, revestido con todas las virtudes, evangelizó con fervor a los paganos. (s. IV).
- San RETICIO, obispo. En Autún, Galia Lugdunense. Gozaba de gran autoridad como obispo, y fue un gran exegeta de la Sagrada Escritura. (s. IV).
- San CALEB, rey y monje. en Etiopía. Para reivindicar la muerte de los mártires de Nagrán, se enfrentó en batalla contra los enemigos de Cristo. Entregaría su corona real al emperador Justino, y se retiró a vivir como monje en respuesta a un voto que hizo. (535).
- San RUPERTO, duque. En Maguncia, Alemania. Siendo muy joven, partió en peregrinación para visitar las tumbas de los Apóstoles, y al regresar a sus dominios erigió muchas iglesias. Falleció a los diecinueve años. (s. VIII).
- San WITESINDO, mártir. En Córdoba. Por miedo a los musulmanes se apartó de la fe católica, pero al negarse después a tomar parte en el culto mahometano, lo mataron por odio a la fe. (855).
- Beato ANDRÉS ABELLÓN, presbítero. En la Provenza. Dominico. Pese a no contar con muchos medios para el desempeño de su cargo, restauró con firmeza la disciplina regular en los conventos donde fue superior. (1450).
Hoy recordamos especialmente a SAN ISIDRO LABRADOR
Nació en la villa de Madrid hacia el 1082, en una familia humilde.
Fue educado cristianamente y, al llegar a la juventud, se consolidaron en él las cualidades de piedad y de bondad que ya apuntaban desde pequeño.
Era cristiano mozárabe que, en plena reconquista, hacia los veinte años de edad huyó de Madrid por la llegada de los almorávides, desplazándose hasta la cercana Torrelaguna, donde conoció a María Toribia, María de la Cabeza, y contrajeron matrimonio.
Ambos darían ejemplos de laboriosidad y piedad, y tuvieron un hijo, Illán, protagonista del milagro del pozo.
Isidro se colocó como labrador en los campos de Iván de Vargas.
Dice la tradición que muy de mañana iba a la iglesia para asistir a misa, y que esto fue motivo para que lo acusaran ante su amo de abandonar su trabajo para dedicarse a sus devociones. Acudió Iván a comprobar si Isidro abandonaba su trabajo y se encontró con que, mientras él acudía a la Misa, los ángeles le suplían en sus tareas.
Su vida fue la de un hombre sencillo y humilde, un asalariado, agricultor, un padre de familia que ha dejado como ejemplo a seguir su modelo de vida evangélica.