- San VALERIANO, obispo. En Túnez. Con más de ochenta años se negó a entregar al rey Genserico los utensilios de la Iglesia por lo que fue expulsado de la ciudad con orden de que nadie lo acogiera. Acabó sus días viviendo en la intemperie. (460).
- San MAXIMINO, presbítero. En la Galia. Considerado primer abad de Micy. (s. VI).
- Beato MARINO, abad. En Campania, Italia. Admirable por su fidelidad hacia el Papa. (1170).
- Beata MARÍA VICTORIA FORNARI, religiosa. En Génova. Al enviudar fundo la Orden de Hermanitas de la Anunciación. (1617).
- Santa VIRGINIA CENTURIONE BRACELLI, viuda. Génova. Dedicándose al servicio del Señor, socorrió de muchas maneras a los pobres, ayudó a las iglesias rurales y fundó y rigió la Obra de las Señoras Auxiliares de la Misericoridia. (1651).
- Santa MARÍA CRUCIFICADA DE ROSA, virgen. En la Lombardía. Se entregó totalmente por la salud de las almas y de los cuerpos para lo que fundó el Instituto de Esclavas de la Caridad. (1855).
Hoy recordamos especialmente al Beato CARLOS STEEB
Nació en 1773 en Tubinga. Su padre, un empresario muy respetado lo envía a los dieciséis años a París y a los dieciocho a Verona, para aprender lenguas y práctica comercial. Se trata de un joven reservado y maduro, todo estudio y trabajo. Ferviente protestante, como toda su familia. Sin embargo, lo fascina el mundo vivaz de Verona con su vitalidad cultural y religiosa. Lo atrae el diálogo con algunas grandes figuras, de entre sacerdotes y laicos, y esto lo lleva en septiembre de 1792 a convertirse al catolicismo. Cuatro años después será ordenado sacerdote, con gran amargura de su familia, que lo deshereda (pero a la muerte de su hermana Guillermina los bienes paternos pasarán a él).
Es tiempo de guerra entre Napoleón y Austria: las batalla de Bassano, de Arcole, de Rivoli, y luego las revueltas antifrancesas de 1797 (las «Pascuas Veronesas»). Verona, ya bajo Venecia, por 18 años verá alternarse el dominio francés y el de los Habsburgo. Carlos Steeb vive este tiempo entre enfermerías, hospitales militares y lazaretos, como sacerdote, enfermero e intérprete en tres lenguas. Se mantiene enseñando, no tiene otros trabajos retribuidos. Su «trabajo estable» es el lecho de los sufrientes, en la guerra y la paz, entre quienes vive como un hombre de punta de la «Fraternidad evangélica de sacerdotes y laicos hospitalarios», fundada en 1796 por Pietro Leonardi, con hombres y mujeres. Se contagia el tifus y hace testamento, pero su director espiritual, el P. G.B. Bertolini, le advierte: «No es tu hora, el Señor espera algo grande de ti».
Eso grande nació en 1840, en dos pequeñas habitaciones: es el Instituto de Hermanas de la Misericordia, dedicadas a todo sufrimiento y necesidad; nace con el impulso y el apoyo económico suyo, y con el trabajo de la veronesa Luisa Poloni, después Madre Vincenza, de la que es confesor (confiesa a toda Verona, este alemán de voz débil). Desde aquellas dos habitaciones, el Instituto inició un viaje que continúa en el tercer milenio, con casas en Europa, América Latina y África. Y él muere después de ver completada la iglesia del Instituto en Verona, donde está depositado su cuerpo.