- Santos ESTRATÓN, FELIPE y EUTIQUIANO, mártires. Bitinia. (s. inc.).
- San SIMPLICIANO, obispo. Milán. Sucesor de San Ambrosio, y muy elogiado por San Agustín. (401).
- San ALIPIO, obispo. Numidia. Discípulo de San Agustín. Compañero suyo de conversión; colega en el ministerio pastoral. Correligionario en la lucha contra los herejes. (430).
- San ALFREDO, obispo. Sajonia. Edificó la catedral y favoreció la construcción de monasterios. (874).
- San JACINTO, presbítero. Cracovia. Dominico. Designado por Santo Domingo para propagar la Orden en aquella nación y, teniendo por compañeros al Beato Ceslao y a Enrique Germánico, predicó el Evangelio en los territorios de Silesia y Bohemia. (1257).
- Beato AYMÓN TAPARELLI, presbítero. Piamonte. Dominico. Incansable defensor de la verdad. (1495).
- Beata JULIANA de BUSTO ARSIZIO, virgen. Novara, Italia. Agustina. Insigne por su invencible fortaleza de ánimo, su paciencia y contemplación constante del Cielo. (1501).
- San ESTANISLAO de KOSTKA, novicio. Roma. Jesuita. Escapó de la casa paterna y se dirigió a pie a Roma, donde, admitido en el noviciado por San Francisco de Borja, murió en fama de santidad, alcanzada en breve tiempo realizando los más humildes servicios. (1568).
- Beato ISIDRO BAKANJA, mártir. Congo Belga. Iniciado en la fe en su adolescencia, la cultivó con esmero y con valentía dio testimonio durante su trabajo. Por esto, en odio a la fe, fue sometido a continuos azotes por parte del director de la compañía colonial, y entregó su alma a Dios perdonando a su verdugo. (1909).
- Santos LUIS BATIS SÁINZ, presbítero, MANUEL MORALES, padre de familia, SALVADOR LARA PUENTE y DAVID ROLDÁN LARA; mártires. Durango, México. Por odio a la fe, fueron martirizados. (1926).
- Beatos LUIS MASFERRER VILA, presbítero, DIECINUEVE COMPAÑEROS; mártires. Barbastro. Claretianos. Asesinados por odio a la fe. (1936).
- Beato JOSÉ MARÍA PERIS POLO, presbítero y mártir. Castellón. Operario. Asesinado en el cementerio por odio a la fe. (1936).
- Beata MARÍA del SAGRARIO de SAN LUIS GONZAGA MORAGAS CANTARERO, virgen y mártir. Madrid. Carmelita Descalza. Asesinada por odio a la fe. (1936).
- Beato DOMINGO HURTADO SOLER, presbítero y mártir. Madrid. Terciario capuchino. Asesinado por odio a la fe. (1936).
- Beato VICENTE SOLER, presbítero y mártir. Motril, Granada. Agustino. Fusilado por odio a la fe en el cementerio. Ayudó a preparar a otros presos espiritualmente para afrontar el martirio. (1936).
- Beato CARMELO SASTRE SASTRE, presbítero y mártir. Gandía. Asesinado por odio a la fe. (1936).
- Beato CLAUDIO GRANZOTTO, religioso. Padua. Franciscano. Se dedicó a la escultura religiosa. (1947).
Hoy recordamos especialmente a SAN TARSICIO
San Tarcisio era un acólito o ayudante de los sacerdotes en Roma. Después de participar en una Santa Misa en las Catacumbas de San Calixto fue encargado por el obispo para llevar la Sagrada Eucaristía a los cristianos que estaban en la cárcel, prisioneros por proclamar su fe en Jesucristo.Por la calle se encontró con un grupo de jóvenes paganos que le preguntaron qué llevaba allí bajo su manto. Él no les quiso decir, y los otros lo atacaron ferozmente para robarle la Eucaristía. El joven prefirió morir antes que entregar tan sagrado tesoro. Cuando estaba siendo apedreado llegó un soldado cristiano y alejó a los atacantes. Tarcisio le encomendó que les llevara la Sagrada Comunión a los encarcelados, y murió contento de haber podido dar su vida por defender el Sacramento y las Sagradas formas donde está el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
El libro oficial de las Vidas de Santos de la Iglesia, llamado «Martirologio Romano» cuenta así la vida de este santo: «En Roma, en la Vía Apia fue martirizado Tarcisio, acólito. Los paganos lo encontraron cuando transportaba el Sacramento del Cuerpo de Cristo y le preguntaron qué llevaba. Tarcisio quería cumplir aquello que dijo Jesús: «No arrojen las perlas a los cerdos», y se negó a responder. Los paganos lo apalearon y apedrearon hasta que exhaló el último suspiro, pero no pudieron quitarle el Sacramento de Cristo. Los cristianos recogieron el cuerpo de Tarcisio y le dieron honrosa sepultura en el Cementerio de Calixto».
Sobre su tumba escribió el Papa San Dámaso este hermoso epitafio: «Lector que lees estas líneas: te conviene recordar que el mérito de Tarcisio es muy parecido al del diácono San Esteban, a ellos los dos quiere honrar este epitafio. San Esteban fue muerto bajo una tempestad de pedradas por los enemigos de Cristo, a los cuales exhortaba a volverse mejores. Tarcisio, mientras lleva el sacramento de Cristo fue sorprendido por unos impíos que trataron de arrebatarle su tesoro para profanarlo. Prefirió morir y ser martirizado, antes que entregar a los perros rabiosos la Eucaristía que contiene la Carne Divina de Cristo».