- San SERVACIO, obispo. En el río Mosa, Galia belga. Defendió con tenacidad la fe de Nicea en varios concilios. (384).
- Santa INÉS, abadesa. En Poitiers. Recibió la bendición de manos de San Germán de París y gobernó con inmensa y amorosa solicitud el monasterio de la Santa Cruz. (588).
- Beata GEMA, virgen. Abruzzos, Italia. Vivió recluida en una pequeñísima celda adosada a la iglesia, desde la que solamente podía ver el altar. (1465).
- Beata MAGDALENA ALBRICI, abadesa. En Como. Agustina. Reavivó el fervor de perfección de sus hermanas de religión. (1465).
Hoy destacamos a SAN ANDRÉS HUBERTO FOURNET
Nació en St. Pierre-de-Maillé, en Francia en 1752.
Habiendo optado por el sacerdocio, hizo los estudios en el seminario de Poittou.
Al acabarlos, fue ordenado sacerdote.
Lo enviaron como coadjutor a la parroquia de Haims, y luego nombrado párroco de su pueblo natal.
Estando allí, entró un pobre a pedir a su casa y al decirle que no tenía con qué ayudarle, el pobre le señaló muchas viandas que tenía preparadas para unos invitados. Andrés se sintió fuertemente impactado y desde entonces vivió con mucha austeridad, siendo muy generoso con los pobres.
Al llegar la Revolución Francesa, como se negó a jurar la Constitución Civil del Clero, pasó a la clandestinidad y de este modo siguió atendiendo a los fieles, no sin peligro para su vida.
Su obispo le mandó huir de Francia y pasó a España, estableciéndose en la villa navarra de Los Arcos. Allí ejercería el ministerio parroquial durante cinco años ejemplarmente.
Sabedor de la gran escasez de sacerdotes en que había quedado Francia, regresó a su patria y ejerció otra vez el ministerio en la clandestinidad hasta que en 1801 se firmó el concordato y se devolvió la libertad a la Iglesia.
Comprendiendo que el gran tema pastoral era la educación cristiana de la juventud, se decidió a fundar con Santa Isabel Bichier una congregación de religiosas dedicada a la formación de niños y jóvenes, que se denominó Hijas de la Cruz.
Estableció la casa central en La Puye y renunció a su parroquia para dedicarse a la dirección de la congregación, al tiempo que atendía a muchos sacerdotes que lo buscaban solicitando su dirección espiritual.
Murió en La Puye en 1834.