- Santos EPIMÁQUIO y ALEJANDRO, mártires. En Alejandría de Egipto. En tiempos del emperador Decio, después de una larga prisión y tormentos varios fueron quemados vivos. Con ellos fueron martirizadas las Santas AMONARIÓN, virgen, MERCURIA, DIONISIA y otras, que después de soportar los tormentos fueron decapitadas. (250).
- San ESPIRIDIÓN, obispo. En Chipre. Auténtico pastor de su pueblo. (348).
- San FINIANO, abad. En Hibernia, actual Irlanda. Que fundó muchos monasterios y fue padre y maestro de una ingente cantidad de monjes. (549).
- San VICELINO, obispo. En Alemania. El cual se dedicó con interés a la evangelización de los esclavos. (1154).
- Beato JACOBO CAPOCCI, obispo. Nápoles. Ermitaño de San Agustín. Rigió la iglesia de Benevento y después la de Nápoles, iluminándolas con sabiduría, doctrina y prudencia. (1308).
- San SIMÓN PHAN DÁC HÒA, mártir. En Vietnam. Siendo médico y padre de familia eximio en caridad, reinando el emperador Minh Mang fue apresado por haber hospedado a unos misioneros. Fue decapitado después de soportar cárceles y tormentos. (1840).
- Beato PÍO BARTOSIK, presbítero y mártir. Cracovia. Franciscano. Martirizado por los nazis en Auschwitz. (1942).
Hoy recordamos al Beato BERTOLO BUNO-PEDONI
Bartolomé Buonpedoni, a quien sus amigos llamaban Bartolo, nació en Mucchio, cerca de San Gimignano de Toscana, a principios del siglo XIII. Su padre quería que hiciese carrera y contrajese matrimonio, pero Bartolomé, que pensaba de otro modo, entró a trabajar como criado en la abadía benedictina de San Vito de Pisa. Trabajó como enfermero y se distinguió tanto, que los monjes le propusieron que tomase el hábito. En tanto que reflexionaba sobre ello, se le apareció el Señor en sueños y le dijo que ganaría su corona, no como monje, sino aceptando los veinte años de sufrimientos físicos que le esperaban. Después de estudiar un poco en el monasterio, Bartolomé se ordenó hacia los treinta años de edad y fue nombrado párroco de Peccioli. Era terciario franciscano; vivía y desempeñaba su oficio pastoral según el espíritu del santo. En su casa se hospedaba un joven llamado Vivaldo o Ubaldo, el cual se hizo ermitaño después de la muerte de Bartolomé y alcanzó el honor de los altares.
En el año 1280, el beato Bartolomé contrajo la lepra; entonces recordó que el Señor le había predicho veinte años de sufrimientos. Acompañado por el fiel Vivaldo, se retiró al lazareto de Celloli, donde fue nombrado capellán. Aunque la enfermedad le atormentó mucho, nunca le impidió celebrar la misa. Así vivió el beato, con infinita paciencia y sirviendo al prójimo, hasta el 12 de diciembre de 1300. La enfermedad duró exactamente veinte años.