- San MAYULO, mártir. En Túnez. Devorado por las fieras. (s. II/III).
- San ANTIMO, mártir. Roma. (s. III).
- San MOCIO, presbítero y mártir. Bizancio. (s. inc.).
- San MAMERTO, obispo. Vienne. Ante una desgracia, instituyó en su ciudad unas solemnes letanías para el triduo preparatorio a la Ascensión del Señor. (475).
- San GANGULFO. Varennes. (s. VIII).
- San GUALTERIO, presbíteo. Limoges. Fue superior de los canónigos, y educado desde su infancia en el servicio de Dios, resplandeciendo por su mansedumbre para con sus hermanos y por su caridad con los pobres. (1070).
- Beato GREGORIO CELLI, presbítero. Forlí, Italia. Ermitaño de San Agustín. Rechazado por sus hermanos eremitas se retiró al Monte Carnerio con los Hermanos Menores. (1343).
- San FRANCISCO de GERÓNIMO, presbítero. Nápoles. Jesuita. Se dedicó a predicar misiones populares y a cuidar marginados. (1716).
- San MATEO LÊ VAN GÂM, mártir. Saigón. Detenido por haber introducido con su barca a unos misioneros europeos. Al cabo de un año de estar en la cárcel fue decapitado. (1847).
Hoy recordamos especialmente a SAN IGNACIO de LÁCONI
Francisco Ignacio Vicente Peis, segundo de nueve hermanos, nació en Láconi (Cerdeña) el 17 de noviembre de 1701. Los padres, pobres materialmente, pero ricos humana y cristianamente, le educaron en el cumplimiento de los preceptos cristianos.
Desde muy joven Ignacio practicaba severas mortificaciones. A los 20 años, después de haber escapado de dos peligros mortales, en cumplimiento de un voto se fue a Cagliari para entrar al convento capuchino del Buencamino. Pero por su delicada salud, no lo aceptaron inmediatamente. EL 10 de noviembre de 1721 ya vestía el sayal franciscano. Después del noviciado peregrinó durante quince años en varios conventos, y después fue llamado definitivamente al convento de Cagliari en donde se lo encargó de la limosna, que él cumplió con espíritu realmente franciscano: ejemplo vivo de pobreza, pero también de absoluta disponibilidad hacia los pobres, los necesitados de todo género, los leprosos´ del espíritu más que del cuerpo, esto es, los pecadores, a muchos de los cuales él llevó al buen camino.
Dos años antes de su muerte, acaecida el 11 de mayo de 1781, quedó ciego, pero siguió observando escrupulosamente la vida común con todas las reglas del convento. Durante su vida fue dotado de extraordinarios carismas, y después de la muerte su fama de taumaturgo se difundió cada vez más con la repetición de los milagros que se obtenían por su intercesión.