Hoy, 11 de junio, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. San BERNABÉ, apóstol. Chipre. Varón bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe, que formó parte de los primeros creyentes en Jerusalén, predicó el Evangelio en Antioquía e introdujo entre los hermanos a Saulo de Tarso, recién convertido. Con él realizó un primer viaje por Asia para anunciar la Palabra de Dios, participó en el Concilio de Jerusalén y terminó sus días en la isla de Chipre, su patria. (s. I).
  2. San MÁXIMO, obispo. En Nápoles. Por su fidelidad a Nicea fue desterrado por el emperador Constancio, donde murió consumido de tribulaciones. (s. IV).
  3. San REMBERTO, obispo. En Bremen. Fiel discípulo de San Óscar, que continuó su ministerio por tierras de Dinamarca y Suecia, y en tiempo de las incursiones de los normandos se preocupó de redimir a los cautivos. (888).
  4. Beato BARDÓN, obispo. En Maguncia. Siendo abad del monasterio de Heresfeld fue elevado al orden episcopal y trabajó con suma solicitud pastoral para bien de su iglesia. (1051).
  5. Santa ALICIA, virgen. En Brabante. Cisterciense. A los 22 años, habiendo enfermado de lepra, se vio obligada a vivir marginada, y hacia el final de su vida, perdida incluso su vista, ni un solo miembro de su cuerpo quedó sano, excepto su lengua para cantar las alabanzas del Señor. (1250).
  6. San PARIS, presbítero. En Treviso. Camaldulense. Director espiritual de religiosas durante 77 años, y falleció a la edad de 108. (1267).
  7. Beata YOLANDA, abadesa. Polonia. A la muerte de su esposo, el duque Boleslao, el Piadoso, abandonó todos los bienes temporales y, junto con su hija, profesó vida monástica en la Orden de las Clarisas. (1298).
  8. Beato ESTEBAN BANDELLI, presbítero. En Piamonte. Dominico. Egregio predicador y confesor. (1450).
  9. San JUAN de SAHAGÚN, presbítero. Salamanca. Ermitaño de San Agustín. Con su santidad de vida y sus coloquios constantes logró la concordia entre las facciones entre los ciudadanos. (1479).
  10. Santa ROSA FRANCISCA MARÍA de los DOLORES MOLAS y VALLVÉ, virgen. En Tortosa, España. Transformó una asociación de piadosas mujeres en la Congregación de Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación, para asistir a las personas afligidas. (1876).
  11. Santa PAULA FRASSINETTI, virgen. Roma. En medio de grandes dificultades fundó la Congregación de Hermanas de Santa Dorotea para la formación cristiana de las jóvenes. Se distinguió por su fortaleza de ánimo, por su gran delicadeza en el obrar y por la energía con que dirigió el Instituto. (1882).
  12. Beata MARÍA SCHININÀ, virgen. En Sicilia. Escogió una vida sencilla y humilde, dedicada a curar enfermos, abandonados, pobres. Instituyó las Hermanas del Sagrado Corazón, para prestar ayuda a todo género de miseria. (1910).

Hoy recordamos especialmente al Beato IGNACIO MALOYAN.

Nació Maloyan (Shoukrallah), hijo de Melkon y Faridé, nació en 1869, en Mardin, Turquía.
Su párroco, notó en él indicios de una vocación sacerdotal, por lo que lo envió al convento de Bzommar, Líbano; tenía catorce años.
Después de terminar sus estudios superiores en 1896, el día dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, fue ordenado sacerdote en la Iglesia del convento de Bzommar, pasó a ser miembro del Instituto de Bzommar y adoptó el nombre de Ignacio en memoria del famoso mártir de Antioquía.
Durante los años 1897-1910, el padre Ignacio fue nombrado párroco en Alejandría y El Cairo, donde su buena reputación se propagó rápidamente.
El Patriarca Boghos Bedros XII lo nombró como su asistente en 1904. A causa de una enfermedad que afectó sus ojos y una asfixiante dificultad para respirar, regresó a Egipto y permaneció allí hasta 1910.
La Diócesis de Mardin estaba en un estado de anarquía, por lo que el Patriarca Sabbaghian envió al Padre Ignacio Maloyan para restablecer el orden.
El 22 de octubre de 1911, los Obispos del Sínodo reunido en Roma eligen al Padre Ignacio como Arzobispo de Mardin. Él se hizo cargo de sus nuevas funciones y planeó la renovación de su destrozada Diócesis, fomentando especialmente la devoción al Sagrado Corazón.
Lamentablemente, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, los armenios residentes en Turquía (que fueron aliados de Alemania) comenzaron a soportar sufrimientos inenarrables. De hecho, el 24 de abril de 1915 marcó el comienzo de una verdadera campaña de exterminio. El 30 de abril de 1915, los soldados turcos rodearon el Obispado Católico Armenio y las iglesias en Mardin, bajo el argumento de que eran escondites para armas.
A principios de mayo, se reunieron el Obispo y sus sacerdotes, él les informó de la situación peligrosa que se veía venir. El 3 de junio de 1915, soldados turcos se llevaron al Obispo Maloyan arrastrado con cadenas a los tribunales con otras veintisiete personalidades católicas armenias. Al día siguiente, veinticinco sacerdotes y ochocientos sesenta y dos creyentes estaban encadenados.
Durante el juicio, el jefe de la policía, Mamdooh Bek, pidió al Obispo convertirse al Islam. El obispo respondió que él nunca traicionaría a Cristo y su Iglesia. El buen pastor le dijo que estaba dispuesto a sufrir todo tipo de malos tratos e incluso la muerte y en esta estaría su felicidad.
Mamdooh Bek le golpeó en la cabeza con la parte trasera de su pistola y ordenó que le pusieran tras las rejas. Los soldados le encadenaron los pies y las manos, lo arrojaron sobre el suelo y le golpearon sin piedad. Con cada golpe, al Obispo se le escuchó decir «Oh Señor, ten piedad de mí, oh Señor, dame fuerza», y pidió a los sacerdotes presentes la absolución. Por eso, los soldados volvieron a golpearle y le arrancaron las uñas de los pies.
El 9 de junio, su madre lo visitó y lloró por su estado. Pero el valiente Obispo la alentó. Al día siguiente, los soldados reunieron cuatrocientos cuarenta y siete armenios y los subieron en camiones. El convoy militar tomó la ruta del desierto.
El Obispo alentó a sus feligreses a permanecer firmes en su fe. Luego, se arrodillaron y el oró a Dios que los ayude a aceptar el martirio con paciencia y coraje. Los sacerdotes concedieron a los creyentes la absolución. El Obispo tomó un trozo de pan, lo bendijo, recitó las palabras de la Eucaristía y lo dio a sus sacerdotes para distribuir entre la población.

Uno de los soldados, testigo ocular, relató esta escena: «A esa hora, vi una nube que cubría a los prisioneros y de todos lados se emitía un aroma perfumado. Había una mirada de alegría y serenidad en sus rostros». Como todos los que van a morir por amor a Jesús.
Después de dos horas a pie, hambrientos, desnudos y encadenados, los soldados atacaron a los presos y los mataron ante los ojos del Obispo. Luego de la matanza llegó el turno del obispo Maloyan.
Mamdooh Bek pidió entonces Maloyan de nuevo a convertirse al Islam. El soldado de Cristo contestó: «Yo he dicho que voy a vivir y morir por la causa de mi fe y la religión. Me enorgullezco en la cruz de mi Dios y Señor». Mamdooh se enfadó mucho, le apuntó con su pistola y disparó a Maloyan. Antes que él respirara su último aliento gritó en voz alta: «Dios mío, ten piedad de mí; en tus manos encomiendo mi espíritu».