- San CENSURIO, obispo. En París. Enajenó los bienes de la Iglesia en tiempos de hambre para dar de comer a los pobres, y en edificó un hospital junto a la catedral. (657).
- San ITAMAR, obispo. En Rochester. Brilló por su dignidad de vida y por su erudición. (656).
- San BOGUMILO, obispo. en Dobrowo, Polonia. Al frente de la sede de Gniezno. Después de renunciar a la misma, llevó una vida eremítica y llegó al fin de sus días consumado por la austeridad de vida. (1182).
- Beata DIANA de ANDALÒ, virgen. En Bolonia. Superando todas las dificultades que ponía su familia, prometió ante Santo Domingo abrazar la vida claustral e ingresó en el monasterio de Santa Inés que ella misma había fundado. (1236).
- Beato ENRIQUE de BOLZANO, seglar. En Venecia. Carpintero, analfabeto, entregaba todo a los pobres, y ya al final, casi sin fuerzas, pedía lo necesario para vivir, sin dejar de compartirlo con los mendigos. (1315).
- Beato JUAN DOMINICI, obispo. Buda, Hungría. Obispo de Dubrovnik. Después de la peste negra restauró la observancia regular en los conventos de la Orden de Predicadores. Fue enviado a Bohemia y Hungría para contener la herejía de Juan Hus. Allí moriría. (1419).
- Beatos TOMÁS GREEN, presbítero, y GUALTERIO PIERSON, religioso; mártires. En Londres. Ambos cartujos. Encerrados por fidelidad a la Iglesia fueron encerrados en una mazmorra donde murieron de hambre y enfermedad. (1537).
Hoy recordamos especialmente al Beato EDUARDO POPPE.
Nació en Moerzeke, Bélgica, en el seno de una familia muy devota el 18 de diciembre de 1890. En mayo de 1909 ingresa en el seminario de San Nicolás, en Waas, donde se distingue por su gran deseo de «…realizar del modo más perfecto la voluntad de Dios». En septiembre de 1910 es llamado al ejército y ahí inicia sus estudios de filosofía. Al estallar la Primera Guerra Mundial (1914-1918) es reclutado como enfermero, donde da muestras de caridad hasta el grado de enfermar de fatiga. Estando en el ejército recibe la orden sacerdotal en 1916 e inicia su labor pastoral como vice-párroco de la iglesia de Santa Coleta (Gante), ubicada en un barrio obrero. Ahí da muestra de ejemplar virtud al atender y socorrer a pobres, marginados, moribundos y niños. Su fortaleza espiritual la adquiere al pasar mucho tiempo ante el Sagrario.
Al final de la Primera Guerra Mundial, por motivos de salud, se vio obligado a dejar su parroquia, trasladándose a la zona rural, donde fue capellán de una comunidad religiosa. Se dedicó a la contemplación, al estudio, a predicar en la región de Flandes y a escribir ensayos contra el marxismo, el materialismo y la secularización.
Fue creador de métodos apostólicos de vanguardia, asimismo, promovió asociaciones sacerdotales, de seglares, de renovación litúrgica y de catequesis, entre otras. Forma un Circulo del Catecismo, así como una Liga de Comunión. Confesor y predicador incansable, exclamó, ante la pregunta de un sacerdote al verle frente al altar: «…le estoy haciendo compañía a Nuestro Señor. Me encuentro demasiado cansado para hablarle, así que estoy descansando a su lado».
De gran influencia en su vida sacerdotal, fue la visita que realizó en 1920 a la tumba de Santa Teresita del Niño Jesús, la carmelita de Lisieux, de esta religiosa aprendió a profundizar su vida espiritual. En 1922 viaja a Leopoldsburgo, en donde se encargó de los clérigos de todo el país que realizaban el servicio militar. Extenuado, muere debido a los continuos ayunos y penitencias, así como por su ardua labor catequética.