- San MELQUÍADES, papa. Nació en África. Conoció la paz concedida por el emperador Constantino a la Iglesia, pero víctima de los ataques de los donatistas, se distinguió por sus esfuerzos encaminados a obtener la concordia. (314).
- San PABLO, eremita. En la Tebaida, Egipto. Uno de los primeros en abrazar la vida monástica. (s. IV).
- San GREGROIO de NISA, obispo. En Nisa, actual Turquía. Hermano de san Basilio Magno, admirable por su vida y doctrina, que por haber confesado la recta fe fue expulsado de su sede por el emperador arriano Valente. (400).
- San JUAN, obispo. En Jerusalén. Trabajó fuerte en favor de la fe católica y de la paz de la Iglesia. (417).
- San PETRONIO, obispo. En la Galia, Francia. Abrazó la vida monástica en la isla de Lérins. (463).
- San MARCIANO, presbítero. En Constantinopla. Se distinguió por la ornamentación realizada en las iglesias y por la ayuda prestada a los pobres. (471).
- San VALERIO. En Limoges, Francia. Llevó una vida en soledad. (s. VI).
- San DOMICIANO, obispo. En la antigua Armenia. Trabajó duro por la conversión de los persas. (602).
- San AGATÓN, papa. Mantuvo íntegra la fe ante los errores de los monotelitas y promovió la unidad de la Iglesia. (681).
- San ARCONTE, obispo. Francia. (740).
- San PEDRO URSEOLO, monje. En los Pirineos franceses. Siendo Dux de Venecia se hizo monje. se distinguió por su piedad y austeridad, y vivió en un eremitorio. (988).
- San GUILLERMO, obispo. En Aquitania, Francia. Deseoso de soledad y meditación, se hizo monje en el Císter. Más tarde fue abad de Chaalis y, posteriormente, elegido obispo de Bourges. Mantuvo siempre la austeridad de vida monástica y se distinguió por su amor a los clérigos, a los cautivos y a los desgraciados. (1209).
- Beato GONZALO, presbítero. Amarane, Portugal. Después de una larga peregrinación por Tierra Santa, ingresó en la Orden de Predicadores, retirándose a una ermita, ayudó a construir un puente y trabajó en bien de los habitantes del lugar con su oración y predicación. (1259).
- Beato GREGORIO X, papa. En la Toscana. Siendo arcediano de Lieja, fue elevado al pontificado, desde donde favoreció con energía la comunión con los griegos. Para ello convocó el Concilio II de Lyon. (1276).
- Beato EGIDIO DI BELLO, religioso. En Lucania, Italia. Franciscano. Vivió retirado en una cueva. (1518).
- Santa FRANCISACA de SALES AVIAT, virgen. Perugia, Italia. Se dedicó con maternal amor y solicitud a la educación de las jóvenes e instituyó las Oblatas de San Francisco de Sales. (1914).
- Beata MARÍA DOLORES RODRÍGUEZ SOPEÑA, virgen. Madrid. Dando muestras de gran caridad, se dedicó a los más abandonados de la sociedad de su tiempo, especialmente en los suburbios. Para anunciar el Evangelio y atender a los pobres y a los obreros en lo social fundó la Institución Catequista Dolores Sopeña y una Asociación Apostólica de Laicos. (1918).
Hoy recordamos especialmente a la Beata ANA de los ÁNGELES MONTEAGUDO
Nació en Arequipa el 26 de julio de 1602, hija del español Sebastián Monteagudo de la Jara y de la arequipeña Francisca Ponce de León.
Conforme a costumbres de la época, Ana fue internada por sus padres en el monasterio de Santa Catalina.
Vuelta al hogar por decisión de sus padres, no le satisficieron los halagos del mundo ni las perspectivas de un ventajoso matrimonio.
Deseaba hacerse religiosa y lo puso en práctica ante la indignada reacción de sus padres.
Soportó con paciencia y ánimo invicto las contrariedades y emprendió la senda de la perfección.
En 1618 inicia el noviciado y añade a su nombre el apelativo «de los Ángeles».
La aspereza de la vida conventual no la arredra. Vive con entusiasmo el ideal de Domingo de Guzmán y de Catalina de Siena.
Con el tiempo llega a ser Maestra de novicias y Priora (1647).
Acomete con energía la reforma del monasterio. Amonesta y corrige, anima y promueve. Además de las profesas, habitaban por esa época en el monasterio cerca de 300 personas, no todas imbuidas del deseo de perfección.
La obra de Ana de los Ángeles chocó con oposiciones tenaces. Sor Ana atendió asimismo, abnegada y heroicamente, a las víctimas de una peste que azotó Arequipa.
Tuvo altísima oración, esmerada perfección en las virtudes propias de la vida religiosa, serenidad y paciencia en los sufrimientos.
Falleció el 10 de enero de 1686.