Hoy, 1 de mayo, la Iglesia celebra a:

by AdminObra
  1. San JEREMÍAS, profeta. Vivió en tiempo de Joaquim y Sedecías, reyes de Judá. Profetizó la ruina de la Ciudad Santa, así como la deportación del pueblo, y sufrió muchas persecuciones a causa de ello, por lo que es considerado por la Iglesia como figura del Cristo sufriente. Predijo que la Nueva y Eterna Alianza alcanzaría su plenitud en el mismo Jesucristo; y, que por medio de El, se escribiría la Ley en el corazón de los hijos de Israel.
  2. San ANDÉOLO, mártir. En Viviers. (s. inc.).
  3. Santos ORENCIO y PACIENCIA, esposos. Padres del mártir San Lorenzo. (s. III).
  4. San AMADOR, obispo. En Auxerre. Trabajó con empeño por extirpar de su ciudad las supersticiones de los paganos e instituyó el culto de los santos mártires. (418).
  5. San ORENCIO, obispo. En Auch, Francia. Se esforzó en erradicar de su ciudad las costumbres paganas y en procurar la paz entre los romanos y el rey visigodo de Tolosa. (440).
  6. San BRIEUC, obispo y abad. Bretaña Menor. Fundó un monasterio en la costa armórica de Bretaña, posteriormente elevado a la dignidad de sede episcopal. (500).
  7. San SEGISMUNDO, rey. En Saint-Maurica en Valais, Suiza. Rey de los burgundios. Se convirtió de la herejía arriana a la católica, instituyó en este lugar una comunidad de monjes que debía entonar sin interrupción la salmodia ante los sepulcros de los mártires, expiando con penitencia, lágrimas y ayunos los delitos cometidos, y encontró la muerte en la región de Orleáns, donde fue arrojado a un pozo por sus enemigos. (524).
  8. San MARCULFO, ermitaño. En Bretaña Menor. Más tarde monje y abad de Nanteuil. (558).
  9. San ASAF, obispo y abad. En Llanelwy, Reino Unido. (s. VI).
  10. San ARIGIO, obispo. En Gap, Francia. De distinguió por su paciencia en las adversidades, por su celo en enfrentarse a los simoníacos, por su caridad para con los monjes que habían sido enviados desde Roma para evangelizar Inglaterra. (604).
  11. San TEODARDO, obispo en Montauban, Galia Narbonense. Restauró la Iglesia-Catedral de esta sede, sobresalió por su diligente magisterio y, finalmente, minado por la enfermedad, murió en un monasterio rindiendo su alma a Dios. (893).
  12. Beato ALDEBRANDO, obispo. En Fossombrone. Insigne por su austeridad de vida y por su espíritu apostólico. (1170).
  13. Beata MAFALDA, virgen. En Arouca, Portugal. Hija del rey Sancho I, que, después de quedar libre de un contrato matrimonial, se hizo monja e introdujo en su monasterio la reforma cisterciense. (1257).
  14. Beato UBALDO de SAN GEMINIANO, ermitaño. En Toscana. De la Tercera Orden Regular de San Francisco, insigne por su vida de austeridad, de paciencia y de caridad en el cuidado de los enfermos. (1320).
  15. San PEREGRINO LAZIOSI, religioso. En Forlí, Italia. Servita. Se distinguió por su amor a Cristo y por su solicitud hacia los más pobres. (1345).
  16. Beato JULIÁN CESARELLO, presbítero. En Istria, Croacia. Franciscano. Cuya vida fue un continuo peregrinar por aldeas y plazas, sembrando la Palabra de Dios y esforzándose en aplacar los enfrentamientos entre las facciones ciudadanas. (1349).
  17. Beata PETRONILA, virgen. En Moncel, Francia. Primera abadesa del monasterio de las Clarisas de aquel lugar. (1355).
  18. San JUAN LUIS BONNARD, presbítero y mártir. En Tonkín. De la Sociedad de Misiones Extranjeras. Condenado a muerte por haber bautizado a veinticinco niños por decapitación. (1852).
  19. San RICARDO PAMPURI, médico y religioso. Después de haber ejercido su profesión de médico con absoluta generosidad, ingresó en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, y al cabo de dos años fallecería. (1928).
  20. Beato CLEMENTE SEPTIYCKYJ, presbítero y mártir. Wladimir, Rusia. Superior de los monjes Estuditas de Univ. Maltratado por los comunistas. (1951).

 

Hoy recordamos especialmente a SAN AGUSTÍN SCHOEFFLER

Era natural de Mittelbronn, en Lorena, donde nació el 22 de noviembre de 1822. En su adolescencia, opta por la vocación eclesiástica e ingresa en el seminario de Pont-a-Mausson, dirigido por los dominicos. Por su influencia se hace terciario dominico. Pero en su interior sentía una voz poderosa que le llamaba a la evangelización de los infieles y decide por ello en 1846 ingresar en el seminario de Misiones Extranjeras de París. Aquí concluye los estudios y se ordena sacerdote el 29 de mayo de 1847. Seguidamente y con la esperanza del martirio se ofrece a las dificilísimas misiones del Tonkín. Llegado a este país, tiene que dedicar los primeros meses al conocimiento del idioma, luego acompaña al Vicario Apostólico en una gira por los diferentes puestos misionales y finalmente se le asigna el de Bau-No en la provincia de Xu Doal. Su salud no era buena, pero puso lo mejor de sí mismo en la tarea misionera, atendiendo a los fieles, y preparando para el bautismo a 23 catecúmenos, a los que pudo administrar el sacramento con gran alegría de su corazón. La persecución se hizo muy intensa en 1851, pero él no dejó de ejercer su ministerio por los pueblos y aldeas de su distrito. En una de ellas estaba el 2 de marzo cuando fue delatado y arrestado. El día 23 de marzo compareció ante el tribunal, que le interrogó por las razones de su presencia en el país. El misionero confesó su fe cristiana y sus propósitos evangelizadores, y ello le valió la sentencia de muerte, que necesitaba ser confirmada por el rey.

Le esperaba una horrible prisión junto a presos comunes, en un calabozo hediondo, con la canga al cuello y grilletes en las manos y pies. Comprando a los carceleros, lograron los cristianos que pasara a una celda individual. Y lograron también que pudiera entrar un sacerdote en la prisión y administrarle el sacramento de la penitencia. Llegada la confirmación de la sentencia el 11 de abril, se fijó el 1 de mayo para la ejecución. Cuando fue sacado para ir al sitio del martirio, llevaban delante de él un rótulo en el que se expresaba que era condenado a muerte por haberse introducido en el país y haber predicado una religión prohibida. El sacerdote llevaba en sus manos un crucifijo que besaba repetidamente. Al llegar al sitio señalado, hubo de dejar sus ropas y sobre ellas colocó el crucifijo. Se arrodilló y ofreció su cuello, que fue cortado de tres golpes. Al día siguiente un cristiano logró llevarse el cadáver a su casa.