- San AARÓN. Hermano de Moisés, de la tribu de Leví. Moisés lo ungió con óleo sagrado.
- San MARTÍN, obispo. Vienne. (s. III).
- San DOMICIANO, abad. Galia Lugdunense. Primero fue eremita. Después de haber reunido a muchos con él para que se dedicasen al servicio de Dios en Bebrón, monasterio, falleció. (s. V).
- San TEODORICO, presbítero. Reims. Discípulo del obispo San Remigio. (533).
- San EPARQUIO, presbítero. Angulema. Pasó 39 años en completa soledad, entregado a la oración y enseñando a sus discípulos la importancia de la fe. (581).
- San GOLVENO, obispo. Bretaña Menor. Eremita en un principio. (s. VI).
- San CARILEFO, abad. Monasterio de Calais, Galia Cenomanense. (s. VI).
- Beatos JORGE BEESLEY y MONTFORD SCOTT, presbíteros y mártires. Londres. En tiempos de Isabel I fueron condenados a muerte por ser sacerdotes. Antes pasaron por crueles tormentos. (1591).
- San OLIVERIO PLUNKETT, obispo y mártir. Londres. Al frente de Armagh, que en tiempo de Carlos II, falsamente acusado de traición, fue condenado a la pena capital, y ante el patíbulo, rodeado por una multitud, después de perdonar a los enemigos, confesó con firmeza la fe. (1681).
- Beatos JUAN BAUTISTA DUVERNEUIL, carmelita, y PEDRO AREDIO LABROUCHE de LABORDERIE, canónigo; presbíteros y mártires. Rochefort. Fueron recluidos en una nave en durante la Revolución Francesa. Los dejaron morir en ella consumidos por el hambre y la enfermedad. (1794).
- San ZHANG HUAILU, mártir. En Hunan, China. Cuando aún era catecúmeno confesó su fe durante la persecución de la secta Yihetuan. (1900).
- Santos JUSTINO ORONA y ATILANO CRUZ, presbíteros y mártires. Guadalajara, México. (1928).
- Beato JUAN NEPOMUCENO CHRZAN, presbítero y mártir. Munich. Polaco de nacimiento. Internado en Dachau. (1942).
Hoy recordamos especialmente al Beato IGNACIO FALZON
Ignacio Falzon, hijo del abogado José Francisco Falzon y de la Sra. María Teresa, hija del juez Calcedonio Debono, nació en La Valetta, capital de Malta, el 1 de julio de 1813. Pertenecía a una familia respetable y acomodada: su padre era miembro de la Comisión encargada de elaborar el nuevo Código Civil y fue posteriormente Juez de Su Majestad Británica; dos hermanos suyos, Calcedonio y Francisco, doctores en Derecho, se hicieron sacerdotes.
A los quince años vistió la sotana y recibió la tonsura. Tres años más tarde fue ordenado ostiario y lector y, más adelante, exorcista y acólito. El 7 de septiembre de 1833, cuando tenía veinte años, obtuvo en la Universidad de Malta la láurea en Derecho Canónico y Civil. No ejerció nunca la profesión de abogado y, aunque había recibido las cuatro órdenes menores y era doctor en Derecho Canónico, no se consideró digno de recibir la ordenación sacerdotal.
Estudió el inglés, cosa rara en aquel entonces, pero esencial para entablar relaciones con los ingleses que se hallaban en Malta preparándose para la guerra de Crimea. En aquel período había en Malta más de 20.000 militares y marineros extranjeros (el 10% de la población de la isla).
Se consagró a la oración y a la enseñanza del catecismo. Fue muy devoto de la Eucaristía. La adoración y la meditación fueron su alimento espiritual, hasta el punto de suscitar la admiración de todos los fieles que frecuentaban la iglesia parroquial de San Pablo Náufrago y la franciscana de Santa María de Jesús. Nutría asimismo una devoción especial a la santísima Virgen y a san José. Rezaba todos los días el rosario.
La vida de Ignacio Falzon está llena de ejemplos de apoyo a las vocaciones sacerdotales y de ayuda a los necesitados, pero será recordada sobre todo por su apostolado entre los soldados y marineros ingleses. Empezó organizando sesiones de oración y clases de catecismo para los militares católicos que iban a marchar a la guerra; luego, entabló también amistad con soldados y marineros protestantes y no cristianos, a quienes daba buenos consejos. De este modo atrajo a centenares de hombres a la fe católica. Los documentos conservados en la iglesia de los jesuitas de La Valetta hablan de más de 650 personas preparadas por él para recibir el bautismo.
A su carisma de saber ganar hombres para Dios, se unía su capacidad de inspirar confianza incluso en quienes no se habían convertido al catolicismo, que le encomendaban objetos personales y valiosos para que, si morían, los entregara a los familiares de ellos.
Pionero en el campo del ecumenismo, desarrolló este apostolado con la ayuda de colaboradores laicos, algunos de los cuales se hicieron sacerdotes y capellanes militares o navales. Uno de ellos, que se quedó en Malta, continuó su misión.
Vivió una existencia silenciosa: su santidad se intuía viéndole orar delante del Santísimo.
Falleció el 1 de julio de 1865, día de su 52 cumpleaños.