Los Evangelios llaman a San José “padre de Jesús”, y, al mismo tiempo, le niegan la paternidad biológica.
Aunque la paternidad no es carnal, no por ello deja de ser real. La suya no es una paternidad derivada de la generación; y, sin embargo, no es “aparente” o solamente “sustitutiva”, sino que posee la autenticidad de la paternidad humana. Es verdadero y legítimo padre porque, a pesar de no haber sido engendrado Jesús “por el matrimonio”, sí fue engendrado y nació “dentro del matrimonio”.
San José es padre de Jesús por derecho de matrimonio (en la mentalidad judía la paternidad biológica no es determinante a la hora de establecer lazos de filiación). La Virgen María, en consecuencia del contrato matrimonial, reconocido por la Ley y sancionado por Dios, era el bien de José y, por tanto, todo lo que podía suceder eventualmente a María, incluso milagrosamente, se convertía inmediatamente en propiedad de San José, su esposo.
Así pues, Jesús nacido de la carne de su esposa, la cual le pertenecía en razón del matrimonio, tenía un necesario parentesco con San José, y al revés.
No hay un calificativo adecuado para explicar este tipo de paternidad: unos la llaman PATERNIDAD VIRGINAL, otras PUTATIVA, LEGAL, ADOPTIVA, VICARIA o NUTRICIA. Cada una de ellas son categorías aproximativas para explicar un misterio, pero son minimizantes y no reflejan más que un aspecto de la realidad. Por eso hay quienes prefieren denominarla paternidad SOBRENATURAL, MÍSTICA, MESIÁNICA ESPIRITUAL o PROVIDENCIAL.
Sea como fuere, es una “paternidad singular”, superior a la natural y a la adoptiva. El Magisterio de la Iglesia se ha inclinado por llamarle PADRE VIRGINAL
Es una paternidad de índole espiritual, misterio, el de esta paternidad, similar a la maternidad de María Santísima, que fue una maternidad virginal.
San José, que vivió en tiempos de enorme tensión mesiánica ante una venida que consideraban inminente, y alimentada por la lectura del rollo de Isaías en la sinagoga de Nazaret, y siendo de la casa de Belén, de David, era un hombre abierto a la realización de las Promesas. Meditó esta lectura santa de Isaías tantas veces; clamó al Cielo por su venida; esperó contra toda esperanza.
Se uniría a María como buen hebreo en matrimonio. Por ello, todo lo de María sería de él, y por ello, también, su paternidad no es sólo de ámbito jurídico sino ontológico, DERIVA de la creencia firme de que forma con María una unidad original fruto del amor y del plan de Dios. Este plan lo “haría” esposo y, por tanto, padre.
Ello todo no contradice la Paternidad eterna de Dios sobre el Niño, pues como Verbo fue engendrado desde la eternidad según su naturaleza divina. Pero este buen Dios, por medio de un ángel, le transmitiría, asimismo, sus derechos de paternidad sobre el Jesús carnal, unido hipostáticamante con el Verbo Eterno.