“Los padrea, maestros y todos los que de alguna manera se dedican a la formación de los niños y de los jóvenes, han de educarlos de tal manera que, conociendo la preocupación del Señor por su rebaño y considerando las necesidades de la Iglesia, estén dispuestos a responder generosamente a la llamada del Señor.
De ninguna manera, sin embargo, se debe esperar que la voz del Señor, al llamar, tenga que llegar a los oídos del futuro presbítero de forma extraordinaria. En efecto, hay más bien que conocerla y discernirla a partir de los signos con los que Dios muestra cada día su voluntad a los cristianos. Los presbíteros deben considerar atentamente esos signos.
A los presbíteros, por tanto, se les recomienda vivamente trabajar por las vocaciones en la diócesis o en la nación.
Es necesario presentar claramente en la predicación, en la catequesis, en la prensa, las necesidades de la Iglesia local y universal y destacar el sentido y la importancia del ministerio sacerdotal. En él, en efecto, se dan cita grandes trabajos y alegrías, y sobre todo, como enseñan los Padres, se puede dar a Cristo la mayor prueba de amor”.
(Decreto Presbyterorum Ordinis).