España se queda sin niños y, a este paso, sin sacerdotes. Y no solo porque haya una relación condicional entre los nacimientos, las familias y las vocaciones sacerdotales y religiosas.
Como suele ocurrir por estas fechas, en las vísperas de la solemnidad de nuestro bendito San José, la Conferencia algo más que episcopal hace públicas las cifras de los seminaristas españoles.
Bueno, ahora que estamos en tiempos de transparencia, al menos económica, más que hacer públicas las cifras lanza un señuelo, porque, por no se sabe qué razón esconden los datos más que revelarlos.
Hasta el año 2018-2019, cada año se ofrecía una tabla detallada con los seminaristas españoles por diócesis, con ingresos, abandonos, ordenaciones. Desde esa fecha solo se ofrecen números absolutos. Y esto no es porque no se tengan los datos. Imagínese cuál es la razón que aducen para no tenernos informados. Vamos, un ejemplo de sinodalidad en toda regla y de consideración hacia la madurez de pueblo cristiano.
Pero esta no es la cuestión principal, ni mucho menos. La madre del cordero es el descenso significativo, no voy a decir solo alarmante, de seminaristas en España. Como no tenemos los datos desglosados, esta afirmación que acabo de hacer puede ser injusta con determinadas diócesis. Como nos sabemos en concreto qué iglesias diocesanas tienen o no tienen seminaristas, hay apreciaciones no del todo precisas. Entre otra razón porque también hay seminaristas en los Seminarios diocesanos Redemptoris Mater, que suelen tener números nada desdeñables.
Al grano. Este año, de nuevo, ha descendido el número de seminaristas. Pero lo más preocupante es la serie histórica. En el año 2002 los seminaristas españoles eran 1736. Veinte años después, 1028. Sumamos, desde el punto de vista estadístico, la edad media del clero español, los fallecimientos, los abandonos… y un futuro incierto.
La carencia de sacerdotes no es un problema futuro de la Iglesia en España. Es un problema presente. Hay diócesis, pongamos por caso en Castilla y León, con parroquias de pueblos a cincuenta minutos de la capital en coche que ya tienen misa una vez al mes o cada quince días, como mucho.
En mi última semana que pasé en la capital de mi provincia natal, -porque Madrid sigue siendo un oasis- me preocupé de hacer una estadística a vuela pluma del número de misas en una serie de parroquias de la ciudad respecto a hace veinte años. Se había reducido un 60 % aproximadamente.
Conclusión. O conclusiones. Los sacerdotes no caen del cielo. Es cierto que Dios todo lo puede. Y que la oración por las vocaciones es un medio privilegiado. Supongo que en las conclusiones del meta-sínodo, el Sínodo sobre el Sínodo, haya muchos grupos, comunidades, tercios o pandillas, que pidan una misión vocacional, que es como decir una misión sobre la coherencia del testimonio cristiano. Porque no conozco sacerdote que no haya tenido otro sacerdote o persona cercana de profunda vida espiritual como modelo.
Si no, ya sabemos, las soluciones, digamos, alternativas. Prefiero no mentarlas por si acaso.
Fuente: religion.elconfidencialdigital.com