En la Misa Crismal monseñor Barrio recuerda que “la actividad pastoral queda sin fruto y pierde eficacia si no brota de una profunda e íntima unión con Cristo”

by AdminObra
  • La Catedral acogió la solemne ceremonia en la que se renuevan las promesas sacerdotales y se consagran el Santo Crisma y los Santos Óleos.

El arzobispo de Santiago ha presidido esta mañana la misa crismal. Una ceremonia que tuvo lugar en la sede catedralicia y que anticipa el inicio del Triduo Pascual.

Monseñor Barrio estuvo acompañado por el obispo auxiliar, mons. Francisco Prieto, miembros del cabildo catedralicio, numerosos presbíteros y diáconos que integran el clero de la Diócesis, quienes renovaron las promesas que hicieron el día en que recibieron el sacramento del Orden.

Esta misa recibe su nombre del término crisma proveniente latín chrisma, que significa unción, pues en ella se consagran y bendicen los óleos que han de ser usados en los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Unción de enfermos a lo largo de todo el año en las diferentes parroquias.

Mons. Barrio indicó a los sacerdotes presentes que en este día “recordamos nuestra ordenación sacerdotal para que la rutina diaria no deteriore algo tan fascinante y misterioso” y cómo “Cristo nos acogió en la inmensidad de su amor y nos pidió nuestras manos que fueron ungidas con la fuerza del Espíritu Santo porque quería fueran instrumentos no para posesionarnos de las cosas y de las personas, sino para dispensar su amor en la misión encomendada a ejemplo de quien vino a servir y no a ser servido”.

Animó a los presentes a “permanecer abiertos a su novedad y dejarnos cuestionar por Él “ya que”, continuó el arzobispo compostelano, “la actividad pastoral queda sin fruto y pierde eficacia si no brota de una profunda e íntima unión con Cristo”.

Recordando las palabras de San Agustín, monseñor Barrio les invitó a que volviesen a aquella unción de Cristo que nos enseña desde dentro y que no se puede expresar con palabras y que fuese su tarea y su deseo: “Na medida en que somos unxidos pola sabiduría da cruz, anchea o noso corazón superando os raquitismos espirituais. Aceptar a cruz é participar do amor de Deus”.

Terminó su homilía dirigiéndose a los miembros de la vida consagrada a los que exhortó diciendo: “pídovos que encomendedes as nosas inquedanzas persoais e pastorais. O pobo cristián ten bos motivos para dar grazas a Deus polo don da Eucaristía e do sacerdocio, e orar incesantemente para que non falten sacerdotes na Igrexa”.