Estamos comenzando el tercer tiempo litúrgico del año nuevo cristiano, iniciado con el principio del Adviento.
¿Qué nos ofrece este tiempo de cara a nuestra vida religiosa?
Es un tiempo muy importante. El centro del mismo es el Misterio del Señor, es decir, todo su Persona, divino-humana, su enseñanza, su misión, todo. Y el centro ‘temporal’ del mismo es el domingo, el Día del Señor, el Día de todo su Misterio.
Es el tiempo más extenso, que se interrumpe con la Cuaresma y la Pascua, y que se retoma al finalizar la Solemnidad de Pentecostés.
Es conocido también como el tiempo “per annum” (durante el año).
Dentro del mismo, pueden destacar distintas celebraciones de santos, según los lugares: países, diócesis, o parroquias. Al tiempo, que, según las circunstancias, puede dar lugar para las celebraciones votivas, que siempre subrayan alguna de las dimensiones del gran Misterio de Jesucristo.
Es un tiempo que ha adquirido “personalidad” propia desde la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II, pues se pretende transmitir a los fieles que vivido correctamente ayuda a conformar nuestra existencia con el Misterio del Señor, cuya presencia y manifestación en carne mortal acabamos de celebrar.