Es la respuesta de la verdadera Hija de Sión a las palabras proféticas y acertadas de Isabel con ciertos paralelismos con cánticos del Antiguo Testamento, especialmente los de Ana.
El himno se inserta en la escena de la Visitación y refleja la situación interior de la Virgen María expresando proféticamente el sentido de los acontecimientos en los que Dios se ha revelado a Nuestra Señora, ya que las palabras del cántico proceden de la misma fuerza del Espíritu Santo que la cubrió con su sombra, y desvelan la significación salvífica de los acontecimientos narrados, concretamente, de lo sucedido en la Anunciación.
La Virgen María, Nuestra Señora, canta el “Magníficat” en su condición de Madre del Señor, tal como la llamó Isabel, por eso puede proclamar con más fuerza e intensidad que Zacarías, Simeón, o los ángeles la Buena Noticia del advenimiento de la Salvación, y entonar su himno al Dios Santo y Misericordioso, cuyo nombre es GRANDE.
El cántico comienza con una expresión de alabanza, que manifiesta la nueva situación de gozo en la que María se encuentra a partir de la Anunciación. Su alegría se hace canto y proclamación de gozo absoluto. Está arrebatada de Don de Dios.
Finalmente, este canto es memoria de las grandiosas intervenciones pasadas del Dios de Israel; es celebración actual de la salvación definitiva de Jesucristo; es profecía radical de un futuro en el que la victoria de Dios TRANSFORMARÁ todas las cosas.