Al hilo de la muy reciente publicación de la cuarta Encíclica del papa Francisco, Dilexit nos, centrada en el amor humano y divino del Corazón de Cristo, nos ha parecido oportuno considerar este fenómeno místico de orden corporal conocido como “renovación” o “cambio de corazones”.
Consiste, pues, en la extracción del corazón de carne y substitución por otro, que a veces es el del mismo Cristo.
Es famoso, entre todos, el caso de Santa Catalina de Siena. Pero, además, recibieron idéntico o parecido favor Santa Lutgarda, Santa Gertrudis, Santa Magdalena de Pazzis, Santa Catalina de Ricci, Santa Margarita María, San Miguel de los Santos, entre otros.
¿Cómo puede explicarse?
Es difícil entender cómo el corazón físico del Jesucristo puede –sin cesar de pertenecerle a El- pasar a ser el corazón de otra persona y, con mayor razón aún, el de muchas personas a la vez.
Si el corazón físico de Cristo es el Corazón de Cristo, ¿cómo es posible que sea a la vez el corazón de otra persona distinta de Cristo?
Nuestro Señor, bajo el símbolo místico del cambio de corazones, hace a la feliz criatura que recibe esta gracia un doble don:
- A su alma: dándole disposiciones y sentimientos que reflejan las afecciones íntimas de su alma santísima;
- A su cuerpo: dándole un corazón en armonía con el estado interior, de manera semejante a como su corazón sagrado se armonizaba con los impulsos de su alma.
Se trata, entonces, de un cambio místico, no real, de los corazones.