A punto de finalizar este día 28 de diciembre, festividad de los Santos Inocentes, mártires de Jesucristo, y jornada en la que muchos se conciencian de la lucha espiritual, social, cultural y política que se ha de desempeñar a favor de la vida desde el instante de su concepción, reproduciremos dos puntos de la importante encíclica Evangelium Vitae de San Juan Pablo II, firmada en el año 1995, un 25 de marzo precisamente, solemnidad de la Encarnación, por el que fue infatigable, hasta el agotamiento, defensor del don divino de la vida.
Los puntos que reproducimos son el 58, parcialmente, y el 59, íntegramente.
“La gravedad moral del aborto procurad se manifiesta en toda su verdad si se reconoce que se trata de un homicidio y, en particular, si se consideran las circunstancias específicas que lo cualifican. Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir, es decir, lo más inocente en absoluto que se pueda imaginar: ¡jamás podrá ser considerado un agresor, y menos aún un agresor injusto! Es débil, inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella mínima forma de defensa que constituye la fuerza implorante de los gemidos y del llanto del recién nacido. Se halla totalmente confiado a la protección y al cuidado de la mujer que lo lleva en su seno. Sin embargo, a veces, es precisamente ella, la madre, quien decide y pide su eliminación, e incluso la procura.
Es cierto que en muchas ocasiones la opción del aborto tiene para la madre un carácter dramático y doloroso, en cuanto que la decisión de deshacerse del fruto de la concepción no se toma por razones puramente egoístas o de conveniencia, sino porque se quisieran preserva algunos bienes importantes, como la propia salud o un nivel de vida digno para los demás miembros de la familia. A veces se temen par el que ha de nacer tales condiciones de existencia que hacen pensar que para él lo mejor sería no nacer. Sin embargo, éstas y otras razones semejantes, aun siendo graves y dramáticas, jamás pueden justificar la eliminación deliberada de un ser humano inocente.