Hoy ofrecemos para la meditación personal una parte de un sermón de San Juan de Ávila predicado en unas exequias. San Juan de Ávila es el patrono del clero español e influyó enormemente en grandes maestros de la vida espiritual española del siglo XVI como Santa Teresa de Jesús, San Francisco de Borja, San Ignacio de Loyola, Santo Tomás de Villanueva, San Juan de Dios, y muchos más. En esta porción que ofrecemos, San Juan de Ávila nos invita a no temer a la muerte más de lo conveniente. Pero la invitación que nos hace no es a la ligera. Nos pide elevar la mirada y contemplar a Aquel que la pasó antes que nosotros, por nosotros, en lugar de nosotros.
“Para los que tienen de morir, oíd dos remedios, no para excusarla, sino para que, sin poderte excusar, haya de venir ese consuelo en ella y la reciba con alegría: el primero es pensar que Jesucristo Nuestro Señor pasó por ella y por los trabajos de ella. Aunque el buen cristiano pudiese excusar la muerte, viendo a su Señor Jesucristo que pasó por ella, no había de querer excusarse, y cuando en algunos trabajos y desconsuelos se viese, se había de alegrar mucho en ellos, por habellos tenido Jesucristo y por parecerle en ellos. El otro remedio es querer temer la muerte. Piense que, aunque parece cosa triste y temerosa, que por ella se pasa a la vida que es alegre y llena de deleites. Salimos de las miserias de este mundo y vamos a gozar de los bienes que Dios nos tiene prometidos en e l otro; salimos de los peligros y vamos a la seguridad, y salimos del destierro y vamos a la propia tierra nuestra, que es el cielo.
(…).
Ya El ha tomado la posesión por todos; allá nos está esperando. El pagó nuestros pecados; ya nos concilió por su preciosa sangre al Padre. El pagó nuestras deudas; ya estamos presos en El; todo lo que El tiene es nuestro; para nosotros lo quiere. Seguro va juicio quien padre tiene alcalde. Ámalo, hermano. Goza del bien que te ganó. Encorpórate con El y entrarás en tu propia honra. No temas nada. Para subir allá, grandes trabajos pasó El; así te ha de costar a ti. Ten fortaleza y pídele socorro, que dártelo ha. No habrá cosa, por fiera y espantable que sea, que con su ayuda no la venzas. No temas, que El solo basta para defender de todos cuantos sobre la tierra te pueden contradecir. Pues un hombre por ahí se pone a morir, sin es menester, por lo que a su esposa cumple, por la uñita de su pide, cuánto más virtud hay en Jesucristo para hacer esto por quien el ama y por quien él es amado, y cuyos ánimos vive y mora. Llámalo, que El y nosotros somos uno, un cuerpo somos, El la cabeza y nosotros los miembros. Grandes prendas de amor nos ha dado. Quien esto entiende, ¿cómo toma pena por los muertos, como lo hacen los que no tienen esperanza?