Hoy ofrecemos a consideración otro breve texto; en esta ocasión del imprescindible Romano Guardini, sacerdote y teólogo alemán, que como pocos supo intuir el agotamiento de la Modernidad, como verdadera etapa de la Historia. Pasión por la juventud, y por la formación del espíritu de la misma. Conocedor de la Historia, y de la Historia del Pensamiento, y de tantas cosmovisiones del mundo. El texto, en esta ocasión, pertenece a un libro titulado “El tránsito a la eternidad”, que publicó en España la Editorial PPC. Como el título indica, toca los temas que como cristianos hemos de considerar en estos días, y siempre. Hoy nos acercaremos a la visión cristiana de la muerte. La novedad, si se quiere reconocer alguna, está en su estilo, en su vocabulario, en la precisión de las palabras que usa.
“¿Qué es, pues, la muerte, vista desde un punto de vista cristiano?
El que muere experimenta la última consecuencia del pecado. Carga con toda la responsabilidad de la acción del hombre, asume la verdad y el juicio. Pero no solo y desesperado, sino insertado en la redención efectuada por el amor de Dios. Ahora la muerte no es ya lo sombrío y terrible que lleva el pecado a sus últimas consecuencias; más bien le permite al hombre participar de la transformación con la que la magnanimidad de Dios ha convertido el final en un nuevo comienzo, y es el paso a una vida nueva.
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La vida nueva que debe venir después de la muerte no es la mera pervivencia del alma, que es espiritual y, por tanto, indestructible. En ese caso, la muerte sería lo que ya pensaba Platón: la liberación de las limitaciones y lastres del cuerpo para la libertad de una existencia puramente espiritual. Lo que Cristo consiguió y predicó significa algo diferente, de magnitud divina y, al mismo tiempo, profundamente familiar a lo más íntimo de nuestro ser: la salvación no solo del alma, sino del hombre; la recreación del hombre por el poder creador de Dios.
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Así, la muerte es la suprema aventura de dar el paso, de la mano de Cristo, a la gran promesa”.