Seguimos acudiendo en estos días a la teología del Prof. Michael Schmaus. En esta ocasión volvemos a encontrarnos con consideraciones acerca del Juicio Particular del alma en el momento de la muerte.
“Durante su vida terrena el hombre practica el arte de olvidar sus mala acciones, y, además, puede velar y deformar los verdaderos motivos de sus obras. En el juicio a que habrá de someterse nada más morir, la omnipotencia omnisciente de Dios revocará a su memoria toda su vida anterior, y ante sus ojos aparecerá todo detalle y la totalidad entretejida de todas las acciones y decisiones. No podrá apartar la vista de su vida ni de sí mismo; dibujado por la luz de Dios con toda precisión y penetrado por ella hasta el estrato más íntimo de su ser, se verá perfectamente a sí mismo. (…). La visión de sí mismo implica el juicio de sí; al morir, el hombre se convierte en su propio juez. Debe hacer sobre sí el juicio al que le obliga la omnipotencia omnisciente de Dios, la luz clarísima y penetrante del Señor. El juicio de Dios se convierte en un juicio de sí mismo, a que Dios le obliga. El hombre no podrá contradecir el juicio de Dios, sino que tendrá que reconocer su justicia y validez, porque tiene que contemplarse y valorarse a la luz de Dios. El juicio de Dios le parecerá justísimo y no podrá criticarlo”.