La fiesta de la Epifanía se celebra en Roma desde finales del siglo IV. Es una fiesta de origen oriental. El testimonio más antiguo ya es de Clemente de Alejandría (ss. II-III). En Antioquía se le llamaba la fiesta de las “Santas Luces”.
En occidente prevalece la conmemoración de la Manifestación del Señor a las gentes en la Adoración de los Tres Magos que son guiados por la Estrella. Sin embargo, tanto en Roma como en otras partes, por ejemplo, España, existe la acumulación de otros significados como el Bautismo del Señor, las Bodas de Caná, e incluso la multiplicación de los panes.
En el rito hispano-mozárabe la fiesta de la Manifestación del Señor, In apparitione Domini, acumula el recuerdo de la Adoración de los Reyes Magos, del Bautismo, del milagro de la conversión del agua en vino y de la multiplicación de los panes.
En esta fiesta se anunciaban las próximas fiestas pascuales, como lo testimoniaban las “cartas festales” de la antigüedad.
La celebración de la Adoración de los Magos de Oriente se impondrá por su antigüedad y porque ya se encontraba expresada en las catacumbas de Roma, en el Arco triunfal de Rávena donde aparecían los nombres de los Sabios de Oriente: Melchor, Gaspar y Baltasar, actitud de ofenda de sus dones a la Virgen sentada en un trono de gloria, teniendo entre sus rodillas al Niño. Tal vez, porque era la Manifestación a los gentiles con los que se identificaban los cristianos conversos del paganismo, no del judaísmo.
Actualmente, la Epifanía conserva el sentido de manifestación a todas las gentes de la tierra del Niño que es “luz del mundo”.