Con la Ascensión se encuentra ligado lo que la Sagrada Escritura califica como “estar sentado a la derecha del Padre”, antigua expresión bíblica (Sal 110, 1) con la que se afirma la potestad regia y el sacerdocio del Mesías.
En el lenguaje del Nuevo Testamento, “estar sentado a la derecha del Padre” es la expresión y complemento de lo que se enuncia con la afirmación de la Ascensión (Hb 1, 3-4). Mediante la Ascensión, la Humanidad de Cristo recibe el “efectivo” dominio sobre todo lo creado, participando de un modo inefable del mismo poder de Dios, como Señor y Juez universal: “Él es Aquel a quien el Padre resucitó de entre los muertos, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo juez de vivos y muertos”.
“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”, dice Jesús en la última despedida de los Apóstoles (Mt 28, 18). Aunque este poder lo tenía ya en su calidad de Hijo, el ejercicio efectivo de tal poder sobre el universo entero sólo lo recibe, también como premio a su anonadamiento y obediencia hasta la muerte (Flp 2, 6-11), en la exaltación.