CONSIDERACIONES SOBRE JESÚS NAZARENO – Día 7

by AdminObra

Siguiendo en nuestras precisiones “nazarenas” sobre el título “Padre”, vemos que, en la Edad Media, según los historiadores de la Iglesia era un uso habitual en las órdenes religiosas referirse a sus fundadores como “Nuestro Padre”. Así, “Nuestro Padre San Francisco, Santo Domingo, San Ignacio, …”.

Con el tiempo, dentro de la retórica barroca, se les invocaba de manera encomiástica como el (o nuestro) “Gran Padre”, lo cual tendrá también su reflejo en las cofradías, muchas de ellas estrechamente vinculadas con las órdenes religiosas, nacidas en su seno y/o cobijadas en sus conventos. En este sentido, dichos santos son “padres” porque han engendrado en la Iglesia nuevas “familias” religiosas. Así, cada uno de ellos es, para sus hijos, “cabeza”, “padre”, “patriarca”.

Llevados de cierta emulación, también los clérigos seculares comenzaron a invocar a San Pedro de igual modo, fundándose en numerosos lugares la congregación de clérigos de Nuestro Padre San Pedro.

Siendo esto así, ¿qué dificultad cabe para que también los fieles cristianos comenzaron a invocar a Cristo como “padre”, “patrón”, “dueño”, “amo”, …? Porque lo es, en efecto, si en lugar de hablar de una congregación concreta nos elevamos al plano de la Iglesia en su conjunto. Del mismo modo que San Elías es “padre” de los carmelitas y San Ignacio de los jesuitas, por elevación, Cristo lo es de toda la Iglesia entendida como cuerpo o corporación. Es su cabeza, en expresión clásica acuñada por San Pablo.

Y a este propósito, el gran doctor paulino que es San Juan de Ávila afirma que Cristo es “Padre Universal y Cabeza de todos los hombres”.

Vamos centrando, por tanto, el sentido exacto en el que se invoca a Cristo como Padre. Es el Padre porque es PROTECTO, PATRÓN, CABEZA DE LA HUMANIDAD en el orden de la Salvación.