San José era justo tal como nos enseña el Evangelista San Mateo (Mt 1, 19).
Esta virtud siempre ha significado dar a cada uno lo suyo. Pero, además, en la Palabra de Dios el significado es más amplio y profundo ya que conlleva el absoluto respeto a los derechos de Dios. Así se vería en el profeta Ezequiel “El que sea justo, no alce los ojos a los ídolos, no oprima a nadie, devuelva al deudor su deuda, no robe, dé pan al hambriento y vestido al desnudo, camine en mis mandatos y guarde mis leyes obrando rectamente” (Ez 18, 5-7). Así era San José.
El Padre Caffarel, en un libro suyo decía “José es justo porque se esfuerza incesantemente por encontrar el amor en la ley. Su justicia es, pues, una constante actitud de silencio y de escucha delante de Dios, una voluntad incondicional de vivir según Dios”.
La santidad y la justicia se identifican. El Libro de la Sabiduría dice que la sabiduría, es decir, la santidad, es el don más alto que Dios puede darnos pues hace que “uno vea todo con los ojos de Dios y ame todo con el corazón de Dios” (Sab 8, 2). San José es justo, San José es santo, “San José participa en la excelsa grandeza de la Virgen María” decía e Papa León XIII.
Después de la Virgen María, nadie ha habido ni habrá más santo que San José. Su cercanía a María y a Jesús le hizo alcanzar el más alto grado de santidad. “San José es esposo de María, nada más puede decirse” (San Juan Damasceno).
San José es el camino más corto, más rápido y más seguro para llegar a María, mediadora de todas las gracias. La Virgen María a nadie amó más en la tierra, después de Jesús, que a José; lo amó con un amor total y esponsal
San José no parece un santo “grande”. Era sencillo en extremo. Pero su sencillez le ayudó a distinguir la voz discreta de Dios, a “detenerse” en lo pequeño, a vivir tranquilo.