San José ya está en Egipto cuidando, como siempre, a la Sagrada Familia. Al resto de la misma. Está exiliado y emigrado por cuidar al Creador del mundo. Y sin saber hablar idioma. Pensemos en los cristianos perseguidos en Oriente. Que sufre lo que sean por mantener unida a la familia, y unidos a la fe en Jesucristo.
San José cumple la voluntad de Dios cueste lo que cueste. Así, nuestras familias occidentales deberían “huir” a donde fuese con tal que sus hijos no pierdan la fe.
San José consolaría y sacaría importancia a aquella situación de vergüenza que es la de tener que marchar de la patria de uno. Y en tierra extraña mantendrían la fe del pueblo de Israel, evidentemente. Pero la mantuvieron en torno al Hijo de Dios. Y el Hijo les ayudaría a mantener su fe y su esperanza intactas hasta que pudiesen regresar. Como siempre fue en la vida de San José y Santa María.
Hay una tradición que cita Philip Kosloski que dice que allí estarían cuatro años, y que verían las pirámides, que prácticamente el Niño echaría a andar en tierra de Faraones. Los cristianos coptos, en Egipto, en la actualidad, mantienen muy vivas una serie de tradiciones respecto a la presencia de la Sagrada Familia en su tierra.