Consagración a San José – día 10

“San José, en el Nacimiento de Jesús, en Belén”

by AdminObra

Qué misterio tan grande. Dios hecho Niño, nace en Belén. El Todopoderoso se hace débil. El que hacía temblar los montes en las teofanías del Sinaí, ahora tiembla de frío en un pobre pesebre. El que tiene vida eterna asume nuestra vida temporal para morir por nosotros.

Cuál sería la actitud de San José ante ese Misterio: primero oraba pegado en tierra. Luego prosternándose de rodillas con júbilo, humildad y fervor, abrazando al Niño, llevándolo en brazos y prorrumpiendo en cánticos de alabanza. No es de extrañar que San José sea maestro de vida interior, maestro de contemplación.

San José supo ver con los ojos de la fe y adorar el Misterio Encarnado. No olvidemos que San José veía un Niño envuelto en pañales y él creyó que era Dios, lo creyó firmemente. Por eso lo adoraba. A nosotros también se nos pide esta fe. Más bien se nos ofrece tener esta fe en la presencia del Dios Encarnado. Y en la Presencia Eucarística.

Hay un paralelismo precioso entre el Misterio de Belén y el Misterio Eucarístico: Belén significa la casa del pan. La Virgen lo envolvió en pañales blancos. Hay que creer en un Dios que necesita pañales. En la Eucaristía, Dios se viste de los pañales blancos de la apariencia de pan.

María lo acostó en un pesebre, y en la Eucaristía, Jesús es recostado en el altar para ser ofrecido.

El Niño se deja traer y llevar de los brazos de María a los de José o a los nuestros. En la Eucaristía, Jesús se deja traer y llevar a tu corazón. El Niño es la palabra eterna de Dios que no habla, no sabe aún pronunciar palabras. En la Eucaristía, muchas veces se muestra también, así como la palabra guarda silencio. Misterio de revelación desde el silencio. Y desde ese silencio mendiga nuestro amor Jesús en Belén, y Jesús en la Eucaristía.

Esto es lo que entendió San José, por eso sus actitudes de postración, adoración, emoción y alabanza. San José quiere llevarnos a adorar a Dios Eucaristía. Meditemos en San José como todo su amor de verdadero padre del Niño se identifica con absoluta a devoción y adoración a su propio Dios Salvador.