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La quinta es llevar una cadenilla bendita al cuello, al brazo o al pie o a través del cuerpo.
Esta práctica puede en absoluto omitirse, sin perjuicio de lo esencial de esta devoción; sin embargo, sería pernicioso despreciarla y condenarla y no sin daño descuidarla.
He aquí las razones de llevar esta señal exterior:
- Para librarse de las funestas cadenas del pecado original y actual, que nos han tenido atados;
- Para honrar las sogas y ataduras amorosas con que nuestro Señor tuvo a bien ser atado para tornarnos verdaderamente libres;
- Ya que estas ataduras son de caridad para hacernos recordar que debemos obrar movidos por esta virtud;
Y, en fin, para recordarnos nuestra dependencia de Jesús y de María en calidad de esclavos, pues acostumbraban ellos a llevar cadenas semejantes.
Hay que notar que conviene que estas cadenas si no son de plata, sean a lo menos de hierro, para llevarlas con comodidad.