DESTINATARIOS – FINALIDAD
San Lucas, ya lo hemos dicho, “destina” a Teófilo, amigo personal o comunidad de creyentes, como también se introdujo, pero con más probabilidad que fuese una persona noble e histórica, como se ve por la costumbre de dedicar libros a personas de valimiento.
La finalidad que le asigna en el Prólogo es garantizarle la información histórica del relato de la Vida del Señor, para que se conozca la firmeza de lo expuesto (Lc 1, 4).
Pero la tradición le da una amplitud mayor pues, parece, se da a entender, quiere que llegue a todos los cristianos provenientes del paganismo. También dicho. Los “Prólogos” dicen que lo escribió para los “griegos fieles”. Y Orígenes dijo que en favor de los gentiles. El análisis interno del texto sagrado lo confirma.
Explica costumbres judías (Lc 22, 1. 7.), pues dice que la fiesta de los Ácimos es la Pascua, y que en esa fiesta se debe sacrifica la Pascua. Dos ejemplos.
Omite cuestiones muy judías que no entenderían sus lectores o que no les interesarían (Lc 16, 18), por exponer casuísticas demasiado judías, por ejemplo, explicándose el acta de repudio a la mujer, omite la expresión “no hablo de unión legítima” (Mt 5, 32); como también omite “ojo por ojo, diente por diente” (Mt 5, 38) cuando explica el amor a los enemigos (Lc 6, 29); como también omite cuestiones demasiado hebreas cuando habla del juicio ajeno (Lc 11, 38), que sí recoge San Mateo (Mt 7, 1-23).
Omite aspectos que les serían muy duros a sus lectores que sí tendría San Mateo (Mt 10, 5), cuando dice éste, poniendo en labios del Señor “No vayáis a tierra de paganos”. Evidentemente, esto no le gustaría leerlo los lectores de San Lucas. U otros aspectos como las burlas al Señor en el pretorio que sí recoge San Mateo (Mt 27, 27).
O las suaviza (Lc 6, 33), respecto al mérito de amar o no a los enemigos. Los paganos tendrían una mentalidad más propia a valorar lo meritorio en lo que estuviese correcto desde una moral natural.
Destaca lo que es elogioso para los gentiles (Lc 3, 14) “No hagáis extorsión”; (Lc 7, 2-10), la fe del centurión de Cafarnaum, y su criado enfermo; (Lc 17, 11-19), pasaje que recoge que sólo el pagano, el samaritano, fue a agradecer a Jesús la curación de la lepra, de los diez que estaban contagiados. Y muchos más.
También se quiere ver como un dato confirmatorio de esto el que San Lucas destaca con respecto las narraciones en que intervienen mujeres, porque valora su dignidad, tantas bendecidas o perdonadas por Cristo en un ambiente en el que la mujer era frecuentemente despreciada.
Por tanto, San Lucas quiere dejar claro que Cristo es el Salvador de todos los hombres. Por eso se destacan dos acusados rasgos: UNIVERSALIDAD DE LA SALVACIÓN y el ESPÍRITU DE MISERICORDIA.
Lo primero se ve ya en el comienzo con los ángeles anunciando la Paz, no solo a los judíos, sino a los “hombres de buena voluntad” (Lc 2, 14); Cristo niño en el Templo es proclamado por el anciano Simeón “Luz para alumbrar a las naciones” (Lc 2, 32). El Bautista anuncia que verá la salvación mesiánica “toda carne” (Lc 3, 6).
La genealogía lucana de Cristo llega hasta Adán, no hasta Abraham, como sí se ve en la genealogía mateana entroncando al Señor con la estirpe de Israel, y con el inicio de todo el género humano.
El endemoniado de Gerasa será curado, y será enviado como misionero a los suyos para que diga “cuanto te ha hecho Dios” (Lc 8, 39). Los judíos serán rechazados, y vendrán al reino desde las cuatro partes todas las gentes (Lc 13, 28).
Y, ya resucitado, hará ver a sus discípulos que estaba escrito que “se predicase en su Nombre” para el perdón de todas las gentes (Lc 24, 46).
En íntima conexión con esta idea temática está el destacarse el fuerte espíritu de misericordia. El Mesías viene para la remisión de los pecados (Lc 1, 77). La mujer pecadora es acogida misericordiosamente y perdonada (Lc 7, 36-50). Es San Lucas el que nos trae las parábolas de la misericordia: la oveja perdida, buscada por el Buen Pastor (Lc 15, 11); el premio que se le da a Zaqueo, que queda restablecido ante los que murmuraban (Lc 19, 1-10). Y al llegar al Calvario disculpará a todos porque “no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Finalmente, al Buen Ladrón le promete ya el Paraíso (Lc 23, 39).