En su teología, evidentemente, nos tenemos que encontrar con su Cristología. Qué enseña San Lucas de Jesús. Es lo que veremos brevemente en esta entrega.
JESÚS PROFETA, HIJO DE DIOS, SALVADOR Y SEÑOR
“No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén” (Lc 13, 33); estas palabras de Jesús manifiestan la conciencia que, según San Lucas, lo anima.
El tercer Evangelio presenta a Jesús como PROFETA pues El conoce los corazones de los hombres, sabe lo que pensamos (Lc 5, 22; 9, 47), comprende las profecías de la Escrituras (Lc 24, 26) y sufre el destino de los profetas (Lc 13, 33).
Ya desde su predicación inaugural en Nazaret, con la lectura actualizante (“hoy”) de Isaías y la afirmación posterior “Ningún profeta es aceptado en su pueblo” (Lc 4, 24), queda clara esta identidad; en esa misma predicación aporta como justificación de su modo de actuar el de los profetas Elías y Eliseo (Lc 4, 25- 27) “Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías , cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio”.
También el pueblo lo aclama como tal “Un gran profeta ha surgido entre nosotros” (Lc 7, 16); algunos consideran incluso que Jesús es un profeta de los antiguos que ha resucitado (Lc 9, 8. 19) “Otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas”.
El pasaje en la casa de Simón, el fariseo, que cuestiona esta condición profética manifiesta, por el contrario, hasta qué punto Jesús está revestido de esa condición “Si este fuera profeta…” (Lc 7, 37): Jesús no solo descubre proféticamente los pensamientos del anfitrión, sino que revela en su actuar con aquella mujer la misericordia que, según los profetas, pide Dios “Misericordia quiero y no sacrificios” (Os 6, 6). Los discípulos de Emaús, en fin, declararán a su misterioso interlocutor que Jesús fue un “profeta poderoso en obras y palabras” (Lc 24, 29).
Pero Jesús no es un profeta más, uno de más. No. Es el profeta escatológico anunciado por el Señor a Moisés (Dt 18, 15-18) “El Señor, tu Dios, te suscitará de entre los tuyos, de entre tus hermanos, un profeta como yo”. Esto permite pensar que es un profeta muy superior a todos. Y más que profeta.
Este profeta es HIJO DE DIOS, tal como queda establecido desde la narración de los orígenes de Jesús (Lc 1-2). En su Bautismo, Jesús ha recibido el Espíritu que lo acredita como profeta (Is 42, 1; 61, 1) “He puesto mi espíritu sobre él; El Espíritu del Señor Dios, está sobre mí”, pero acompañado de una voz del Cielo “Tú eres mi Hijo” (Lc 3, 22); en este mismo momento en que se cumple la Escritura profética (¡siempre Isaías!), Jesús es revelado por Dios como su Hijo único y sobre este título divino recaerán muchos más: Hijo del hombre, Mesías, Hijo de David. Jesús ha llevado a su cumbre la profecía bíblica.
El profeta del Antiguo Testamento era aquel que hablaba en nombre de Dios; pues bien, Jesús puede hablar en el Nombre de Dios como nadie antes lo había hecho, ya que es el Hijo de Dios, con quien le une una intimidad única. Por eso, lo puede revelar de forma definitiva, tal como Jesús mismo declara en un versículo “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre” (Lc 10, 22).
Puesto que Jesús es el Hijo, entendemos que la narración del antioqueno se refiera con frecuencia a El como SEÑOR (kýrios), durante su ministerio público (Lc 7, 13. 19; 10, 1. 39. 41; 11, 39; …) e, incluso, en la narración de su infancia (Lc 1, 43; 2, 11) “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?; “Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. Con este título se transfiere a Jesús el contenido del YHWH bíblico. Así se evitaba pronunciar el nombre propio de Dios YHWH. Y era un modo lleno de respeto hacia su persona. San Lucas es el Evangelista que más usa esta gentileza, unas 103 veces.
Jesús es el Señor en el sentido más profundo desde su Nacimiento, y se manifiesta como tal en la Resurrección. Por eso a El le está reservada la Gloria que se hará presente de modo especial en su Segunda Venida. En este sentido, Jesús es también el Señor de la Historia.
Por todo ello, Jesús puede ser en verdad SALVADOR; San Lucas es el único evangelista que le aplica este título “Os ha nacido un Salvador” (Lc 2, 11). En esto consiste su misión: según una expresión de Jesús sólo conservada en el tercer Evangelio “porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10).
Hasta en cuatro ocasiones escuchamos decir a Jesús “Tu fe te ha salvado” (Lc 7, 50; 8, 48; 17, 19; 18, 42). Pero no es un salvador solo para Israel: su misión es UNIVERSAL; según la profecía de Simeón, que al ver a Jesús proclama haber visto la salvación de Dios (Lc 2, 30), pues Jesús es LUZ para todas las naciones; conforme al último mandato del Resucitado, su salvación ha de alcanzar “a todas las naciones” (Lc 24, 47).