El contenido de los cantos, cinco como veíamos en el día anterior, es bastante homogéneo, y gira siempre en torno a la situación ruinosa de Jerusalén y al dolor del pueblo. No obstante, se distinguen diversas perspectivas que caracterizan cada una de las Lamentaciones:
1. JERUSALÉN DESOLADA (1, 1-22): La primera lamentación expresa la desolación en que se encuentra la Ciudad Santa. Primeramente, tal como aparece a los ojos de un observador atento; seguidamente, Jerusalén toma la palabra y ‘expresa’ sus propios dolores.
2. LA DESGRACIA DE SIÓN Y SUS CAUSAS (2, 1-22): llega el momento de preguntarse por los motivos que la han conducido a la ruina. Quedará claro que fue la ira del Señor. Jerusalén necesitaba purificación.
3. DOLOR PERSONAL POR TANTA RUINA (3, 1-66): la emoción llega al máximo. El sufrimiento ya es expresado en primera persona. Al mismo tiempo, se advierte maduración espiritual, pues la ruina le ha enseñado a adquirir paciencia y levantar los ojos a Dios, de ahí que se exhorte al resto a examinar su conducta y convertirse.
4. LA DESGRACIA DE SIÓN Y SUS RESPONSABLES (4, 1-22): vuelve la mirada a la Ciudad Santa devastada. En esta ocasión, más que invitar a una revisión de vida personal, se insistirá en la culpabilidad de aquéllos que deberían haber impedido esto: profetas y sacerdotes.
5. SÚPLICA DESDE LA DESOLACIÓN (5, 1-22): el libro culmina con una llamada apremiante a Dios en busca de ayuda.
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