CONTINUANDO…
En esos momentos rechaza la posición de los que habían permanecido en Judá, que juzgaban como impíos a los que habían sido deportados mientras afirmaban que ellos mismos eran los que se mantenían fieles.
Entretanto, en su mayor parte los habitantes de Jerusalén seguían sin reconocer que cuanto estaba sucediendo era el castigo merecido por sus repetidas infidelidades a la Alianza, y continuaban empeñándose en sacudirse el yugo babilónico con sus propias fuerzas o con la ayuda de aliados extranjeros.
En cambio, Jeremías les exhortaba a que aceptaran la situación y se sometieran a Babilonia, a la vez que les urgía a una profunda conversión interior.
Su predicación suscitó la enemistad de todos –pueblo, sacerdotes, profetas, reyes- por lo que el profeta fue recluido en prisión hasta que la ciudad cayó por segunda vez en manos de los babilonios. Era 587.