Jeremías, el profeta con el que empezamos hoy, es el segundo de los profetas mayores (aquellos cuyo escrito estaba recogido en un rollo de pergamino).
Su libro aparece en la Biblia Hebrea, y en la versión latina de la Vulgata (esto es la “divulgada”, o “común” o “accesible” a todos, es decir, la traducción de la Biblia al latían obrada por San Jerónimo) después de Isaías, y antes de Ezequiel.
Este profeta vivió en las últimas décadas del reino de Judá. Vemos que la colocación en las Sagradas Escrituras no es cronológica. Isaías habría muerto a comienzos del siglo VII. Habría, pues, algo más de un siglo de diferencia.
Esos años de Jeremías fueron años de gran importancia porque tuvieron lugar varios acontecimientos:
- La caída del imperio asirio
- El renacer del babilónico
- La desaparición definitiva del reino de Judá con la Deportación.
Así, la actividad de Jeremías se desempeñó en los tiempos en que el nuevo imperio babilónico comenzaba a constituir una amenaza para los judíos (605 a.C.). Amenaza que culminó con la caída definitiva de Jerusalén ante Nabucodonosr (587).