Los libros proféticos, que nombramos ayer, no se escribieron de un “tirón”.
Como la mayoría de los escritos bíblicos, tuvieron un proceso de redacción más o menos largo hasta llegar a la forma definitiva transmitida en el canon.
Hemos de decir que cada libro profético tiene mucha relación con el que personaje que lleva su nombre:
- Porque contiene a grandes rasgos su doctrina.
- Porque se sabe que algunas secciones fueron escritas directamente por el profeta o por su amanuense, por ejemplo, Baruc al dictado de Jeremías.
Es difícil llegar a las palabras originales del profeta (ipsissima verba). Por ello, se señalan tres capas de redacción correspondientes a tres momentos de la historia de su composición.
- Una parte corresponde al propio profeta.
- Otra parte corresponde a sus discípulos.
- Y la estructura literaria final es obra de un último redactor.
La Iglesia afirma que este proceso obedece siempre a la inspiración del propio Espíritu Santo.