Es otras de las Órdenes de clérigos regulares que facilitaron la renovación religiosa en la segunda mitad del XVI y principios del XVII.
Con el fin más específico de la educación de los niños, siguiendo el ejemplo de otras instituciones de clérigos regulares, y en particular de la Compañía de Jesús, se fundó el Instituto de los llamados “Pobres Clérigos Regulares de la Madre de Dios de las Escuelas Pías”, comúnmente denominados “Escolapios” o “Pilaristas”, que pertenecen a las instituciones más beneméritas de la educación de la juventud en los últimos tiempos.
Su fundador fue el español San José de Calasanz (+1648), el cual, después de realizados los estudios de teología en Valencia y Alcalá y obtenido el grado de doctor, fue ordenado sacerdote en diciembre de 1583.
Habiéndose dirigido a Roma en 1592 como teólogo del cardenal Colonna, sintió enardecer su celo apostólico ante la vista de tantos niños pobres completamente abandonados. Se dedicó, pues, a recogerlos e instruirlos en las primeras letras y, sobre todo, en la religión, y bien pronto, superando innumerables dificultades, erigió para ellos escuelas especiales.
Dos compañeros de la Sociedad de las Escuelas de la Doctrina Cristiana, a la que él mismo se había afiliado, se le unieron en esta tarea. De este modo, en el otoño de 1597 pudo organizar la primera escuela gratuita. Tal es la fecha de la fundación del Instituto de las Escuelas Pías. En 1605, la escuela tuvo que trasladarse a un local más amplio en Palazzo Manini.
Rápidamente siguió creciendo y afianzándose el Instituto.
José de Calasanz, con otros catorce compañeros, pronunció el 25 de marzo de 1617, en las manos del cardenal Giustiniani, los tres votos religiosos, a los que añadieron el cuarto de dedicarse a la instrucción gratuita de los niños pobres.
En 1621 el mismo papa, Gregorio XV, declaró a la nueva institución “Orden religiosa”, y el 15 de octubre de 1622 le otorgaba el título y los privilegios de “Orden mendicante”.
Se fueron multiplicando las fundaciones de los “Pobres regulares de las Escuelas Pías”, por centro Europa, Polonia, Europa oriental, y la propia España.
La Orden tuvo que atravesar duras pruebas, y José de Calasanz debió beber hasta las heces el cáliz de la amargura. Una serie de manejos de un miembro de la Orden, y de calumnias esparcidas por éste hicieron que la Inquisición interviniese investigando al fundador.
Fueron años amargadísimos.
Finalmente, la Orden recuperó la actividad, y pudo seguir su desarrollo prosperando y realizando una obra fecunda y eficaz de la educación de la juventud.