Los jubileos y necesidad de reforma, claves de una época (1350-1423)
Entre 1311 y 1313 tuvo lugar en la ciudad francesa de Vienne un nuevo concilio ecuménico. El Concilio fue un intento fallido de reformar la Iglesia.
Al final, todo pareció limitarse al debate sobre la supresión de los templarios, aprobada, vía administrativa, por el papa Clemente V en 1312.
Dicha supresión ha sido una de las arbitrariedades mayores de la historia eclesiástica.
El rey de Francia, Felipe IV “el Hermoso”, parecía dirigir la Iglesia a su antojo.
Entre 1378 y 1418, la Iglesia vive sin saber con certeza quién es el legítimo papa. Todo surge tras la elección de Urbano IV. La Cristiandad entera quedará dividida entre la “obediencia” al papa de Roma o al papa de Aviñón.
La situación se complicará y aparecerá hasta un tercer papa, el español Benedicto XIII, el papa del castillo de Peñíscola.
Las cicatrices de Aviñón no suficientemente curadas y las luchas intestinas harán que se dé esta situación, que será campo abonado para el conciliarismo, el surgimiento de reformadores heterodoxos como (Wiclef y Hus) y para el desprestigio y mundanización de la Iglesia y del papado.