BREVE HISTORIA DE LA CUARESMA

by AdminObra

Ya desde finales del siglo II existe en la Iglesia un período de preparación a la Pascua, observando con algunos días de ayuno, según Eusebio de Cesarea, a propósito de la controversia sobre la fecha para la celebración de la Pascua (en la que no vamos a entrar ahora).

El ayuno inicial presenta una primera estructura de una semana de preparación, especialmente en Roma, convertida después en tres semanas en las cuales se lee el Evangelio de San Juan y, finalmente, en cuarenta días de ayuno, inspirados en los cuarenta días de Jesús en el desierto.

Este ayuno de cuarenta días se realizaba desde la sexta semana antes de Pascua. Pero estando de por medio seis días dominicales en los cuales no se ayunaba y queriendo completar el número simbólico de los cuarenta días, se prolongó, anticipando el comienzo al miércoles anterior a la sexta semana antes de Pascua y se computaron los dos días de viernes y sábado antes de Pascua, para completar los cuarenta días. Así ya lo atestiguaba San Hipólito de Roma (ss. II-III).

Actualmente, es éste el cómputo matemático que hace de nuestra Cuaresma un período de cuarenta y cuatro días, incluidos el miércoles de Ceniza y el Jueves Santo, de los cuales cuarenta de ayuno, excluyendo precisamente los seis domingos –cinco de Cuaresma y uno en la Pasión del Señor o Domingo de Ramos- y añadiendo los ayunos del Viernes y del Sábado Santo que pertenecen al Triduo Pascual.

Posteriormente (ss. VI-VII), se añadieron otros domingos de preparación a la Cuaresma (Quinquagésima, Sexagésima, Septuagésima).

En el siglo IV encontramos suficientes testimonios de una organización del período cuaresmal que compromete a la Iglesia entera y a algunos de sus miembros con gran riqueza de motivaciones y de contenidos. La peregrina Egeria describe minuciosamente los ayunos cuaresmales que se practican en Jerusalén y el itinerario de los catecúmenos con sus celebraciones y sus catequesis, atestiguadas también por Cirilo de Jerusalén.

Desde el siglo IV hasta el VII-VIII, tenemos el período áureo de la Cuaresma cristiana, con fuerte carácter bautismal, expresada también con los ritos del catecumenado y las lecturas feriales y dominicales de la liturgia romana.

Poco a poco, esta perspectiva disminuye con la decadencia de un verdadero catecumenado en la Iglesia, hasta la recuperación actual.