Transmutarse o transfigurarse se ha convertido para el transhumanismo en una tarea propiamente del hombre y la mujer contemporáneos.
La superación de la humanidad ya no depende de la gracia de Dios, sino que dicha superación debe realizarse en virtud de la tecnología como obra exclusivamente humana.
“Avatar” es un término que sirve para designar un cambio, fase, vicisitud, por una parte; por otra parte, una re-encarnación o transformación. Y como significación más profunda (estando el hinduismo de fondo) una re-encarnación terrestre de alguna deidad, en especial de Vishnú.
El “avatar” resultante de la ingeniería genética humana sería como el recipiente en el que se vierte una transformación o re-encarnación. Sería sinónimo de cambio, de paso, de transición, de metamorfosis del alma, de un cuerpo virgen de espíritu, de una nueva realidad.
Actualmente se pretende el volcado de la mente humana a un avatar cuyo soporte sería de silicio u holográfico. En otras palabras, la transferencia de la conciencia humana a un cuerpo alternativo no biológico.
Hoy en día, desde ciertas “espiritualidades” se promueve el “transhumanismo trascendental”.
Se contempla al ser humano como alguien transitorio. No es el rey de la Creación, ni mucho menos. Hay dentro del mismo ser humano una capacidad de “evolucionar”. El ser humano debe llegar a ser un ser perfecto. Un ser divino.
El ser humano sería alguien que podría vivir en distintos cuerpos. Antes ha de ser consciente de su inmortalidad. Él elegirá en qué portador estar y ser. Hablamos, también, del “yogui”. Cuando un “yogui” ha llegado a ciertos niveles está, por fin, capacitado para autotransferirse a un cuerpo alternativo.
El budismo es la base “espiritual” de todo esto. Es una ciencia sobre la mente. Para los budistas la mente es fuente de todo. Así, el Dalai Lama apoya el “Proyecto Avatar – 2045”. Hay compatibilidad entre la vacuidad y las tecnologías.
En la tradición cristiana se cree en los ángeles. Son criaturas espirituales. Caminan a nuestro lado. Nos protegen en toda circunstancia. Nos defienden de los peligros y podemos recurrir a ellos en cualquier momento. Son los ángeles custodios.